Superadas las vacaciones, y lo que es más importante, el síndrome post--vacacional del primer día, se supone que toda la clase política está ya en estos momentos reincorporada a sus puestos de trabajo, y que la actividad de las instituciones se relanza hacia la plena velocidad. A nivel nacional, comienza el debate presupuestario. Que se encargue de las negociaciones Alfredo Pérez Rubalcaba es una garantía de éxito, qué duda cabe, pero habrá de luchar contra los nubarrones de la ofensiva etarra que se avecina, los altos precios del petróleo, la opinión financiera internacional que no da un duro por un país con un gobierno blando, las tonterías de Maragall, y una opinión pública crecida, que ya ha aprendido que se pueden cambiar gobiernos en horas veinticuatro. En Aragón, ya no se puede vivir ni un minuto más de las rentas de la amenaza del trasvase, y el Ejecutivo autonómico tiene que justificar que sabe qué hacer con esta región, aparte de ponerle zancadillas a Belloch, que para eso es compañero de partido. En el Ayuntamiento de Zaragoza, por cierto, ya es hora de hablar de pagos y de ingresos, y de desbloquear tantos proyectos pendientes.

*Abogado