Mientras CCOO en Aragón andaba de congreso para elegir su nuevo secretario regional y plantear la acción sindical con la que enfrentar lo que hay y lo que viene, en Zaragoza los empresarios de la CEOE autonómica celebraban también su asamblea general, con la presencia del responsable nacional, Juan Rosell. Quizá la presencia del líder desató la contundencia en el verbo del presidente empresarial aragonés, Fernando Callizo, quién soltó la que pudo ser una de las frases de la semana: «La precariedad en el empleo no existe, ni en Aragón, ni en España», subrayando que el 72% de los trabajadores aragoneses tiene un contrato indefinido. Claro, y el resto temporal, casi uno de cada tres. Una cifra --la española--, que Euroestat se encarga de definir como la segunda más alta de la UE, por detrás de Polonia, y el doble que la media comunitaria (14%). Y la precariedad no solo se define por la falta de estabilidad, seguridad o duración, sino por la falta de recursos o medios económicos suficientes. La proporción de empleados que trabajan a tiempo parcial porque no consiguen una jornada completa es de las más altas del continente y la moderación salarial ha sido una constante en la última década y eso también precariza el empleo. Hasta el Gobierno central se ha comprometido a convocar oposiciones para 250.000 plazas en tres años y convertir interinos en fijos. Así que la precariedad se reconoce y asoma mires por donde mires. Otra cosa será que haya que consensuar el significado de la palabra. Pero eso ya puede ser agotador e invita a los oídos sordos.

*Periodista