El sector de los combustibles es en España uno de los que menos se han adaptado a la profunda liberalización de la economía en los últimos decenios. La competencia y la transparencia dejan mucho que desear, y no es exagerado afirmar que se da un oligopolio de hecho. La última muestra de esta insostenible situación la proporciona el enorme desfase entre el continuado descenso del precio del petróleo en los últimos meses en los mercados internacionales y su muy escasa repercusión en los precios finales que pagan los consumidores españoles. Los datos son concluyentes. Hace medio año, el barril de Brent costaba 115 dólares, y ayer 80, lo que supone una disminución del 30%.En el mismo periodo, la gasolina y el gasóleo han bajado en España en torno a un 6%.

La justificación tradicional de las compañías petroleras sobre esta falta de acompasamiento del precio de compra y el de venta es que los estocs de combustible que van distribuyendo ahora se pagaron al precio de hace unos meses. Sería una explicación creíble si hubiera el mismo decalage cuando los combustibles aumentan en el mercado internacional, pero es tan evidente que no es así que incluso están acuñadas las expresiones efecto pluma y efecto cohete para describir dos respuestas tan antitéticas. Sí es verdad, en cambio, que la debilidad del euro frente al dólar (moneda en la que se pagan las transacciones de crudo) reduce objetivamente la repercusión del descenso de los precios del combustible.

El mercado del petróleo está experimentando notables cambios, y la crisis económica y la apuesta de Estados Unidos por el fracking, que le proporciona autosuficiencia energética, hacen imprevisible su evolución a medio plazo. Pero España mantiene dos singularidades: por una parte, las gasolinas cuestan algo menos que la media de la Unión Europea, pero solo porque soportan menos presión fiscal; por otra, que pese a eso los márgenes comerciales del sector son de los más altos de Europa, y además han crecido durante la crisis. En los últimos años, la hoy extinta Comisión Nacional de la Competencia ha llamado la atención a los distribuidores de carburante en varias ocasiones, con escaso éxito a la vista de la situación actual. El libre mercado queda desnaturalizado con una posición de dominio que es injustificable ni aunque se apele a la condición estratégica del sector del combustible.