Ayer estaban desatados. En la distancia corta Camps y Valcárcel producen la impresión de estar preparándose para ir a la guerra. A la guerra del agua, se entiende (¿o la del cemento?), que siempre será más incruenta. Mientras ellos tronaban desde una emisora contra la decisión del Gobierno de derogar el PHN, en ciudades y pueblos de la zona del Delta se disponían a festejarlo en la calle este fin de semana. Con similar entusiasmo se recibe en Aragón la suspensión del trasvase, donde el sentimiento de pertenencia a una tierra se ha impuesto a la fe política de muchos aragoneses que votan habitualmente al PP, un partido que ahora califica de dictatorial la medida adoptada por el Gobierno socialista en cumplimiento de compromiso electoral. Hombre, eso no. Cualquier argumento sirve en la controversia, pero no ese, salvo que se acepte que tan unilateralmente hacen los socialistas esto como el PP hizo lo contrario. El Gobierno socialista dice que el Levante tendrá agua en menos tiempo y con menos coste. Lo que habrá también es menos cemento. Mala noticia para los grandes intereses turísticos e inmobiliarios, aunque su coartada sean los campesinos. ¿No estará ahí la madre del cordero?