Escribo esta columnilla a una hora que me impide conocer el ganador del derby USA. Haya sido el uno o el otro, eso es lo de menos. Cambiarían las formas pero nunca el fondo, porque el Imperio es así, portaviones, marines, aviones de combate, bolsa y multinacionales. Hace ya algunos años que un jovencito bostoniano pasó un curso escolar, cuestión de intercambios, en mi casa. Cuando llegó el equipaje y lo pusimos en su armario, me sorprendió que trajera siete ternos de Oscar de la Renta y otro par firmados por Armani. "Se ha equivocado de casa", me dije. Pero era un buen chaval, de familia demócrata, progresista a lo "yanqui" y con buenos dividendos por el solo hecho de haber nacido en el seno de una acaudalada familia. Aún nos carteamos, y en su última misiva recordaba a Dante y al abandono de cualquier esperanza. Echaba en falta a la vieja Europa y reconocía que aunque se vista de seda "la mona mona se queda". Matthew nos echa de menos y quiere volver, no tanto por su amigo Adrián, mi hijo, como por la desazón que le produce una sociedad que, oliendo al viejo y decadente Imperio Romano, vota fervorosamente al Nerón de turno.

*Profesor de Universidad