En esta frustrante etapa en Segunda, en el Real Zaragoza han sucedido cosas raras con los delanteros. Excepción hecha de Borja Bastón, que vivió un idilio sin crisis amorosa con el club y la ciudad, sobre el resto ha planeado una sombra de sospecha en algún momento de su estancia en el equipo, más acusada o menos en función del caso. Le ocurrió a Willian José con aquel absurdo estigma de jugador autista. O a Ángel en su primer año, donde levantó suspicacias, e incluso en el segundo, en el que marcó 23 goles pero, eso se le recriminaba, fallaba en exceso. Al final, por un error estrepitoso en una declaración se fue como persona non grata. U Ortuño, al que ni siete goles en media temporada salvaron de su salida. Era un tronco...

Ahora es Borja el que está atravesando por ese lance. El del Córdoba fue su peor encuentro: otras muchas veces no ha hecho gol, aunque solía jugar bien. Al gallego se le han juntado problemas de todo tipo. Días difíciles. En el campo está torpe y desesperado. Ha de concentrarse en el juego. Esto es una seria prueba de madurez para él, que debe saber que sigue siendo un delantero extraordinario.