Me sumo a la mayoría del personal que opina que la doble sesión de investidura de esta semana ha sido un desastre. Cada cual echa la culpa del fracaso de la política a los demás, y todos tienen razón en ello, pero nadie hace la menor autocrítica. Faltaría más. En cualquier caso, y en mi opinión, el principal culpable del fiasco es Pedro Sánchez, y por varias razones:

1. Era el responsable de conseguir apoyos para su propia investidura, y solo logró 1 voto (además de los 123 de su grupo, claro).

2. Anduvo tres meses sesteando como un perfecto diletante, al más puro estilo Rajoy, sin trabajar por su candidatura y alegando cien excusas; que si hay que dejar pasar las elecciones municipales y autonómicas, que si esto o lo otro.

3. Se presentó en el Congreso sin los deberes hechos, como el peor de los estudiantes, exigiendo que lo invistieran presidente, por activa o por pasiva, «porque yo lo valgo».

4. Cambió de criterio sin rubor alguno día sí, día también: gobierno de coalición no, luego sí; vetó a Pablo Iglesias, el líder de sus socios, al que tildó de ser un peligro para la democracia; pidió la abstención de PP y Ciudadanos; ignoró al PNV y a ERC, imprescindibles al menos con su abstención; y acabó ofreciendo a última hora a Unidas Podemos una vicepresidencia y tres ministerios con pocas competencias.

5. Dijo el jueves por la mañana que no habría nueva sesión de investidura en septiembre, pero por la tarde ya estaba proponiendo buscar «nuevos caminos».

Lo de estas semanas ha sido un encontronazo entre dos políticos ególatras (Pedro y Pablo), saturados de orgullo, llenos de ambición y ahítos de autocomplacencia; dos tipos que han puesto sus intereses por delante de los de la nación y de sus ciudadanos; dos ególatras capaces de llevar a todo un país al límite antes que ceder un ápice en su desmesurado egoísmo. No han hecho su trabajo, por el que les pagamos los contribuyentes, pero esta misma semana cogerán vacaciones y a vivir, que siguen siendo dos días.

Si en el PSOE y en Podemos hubiera una mayoría de militantes con criterio de servicio y sentido del bien común, antes que acatar lo que diga el jefe, pondrían remedio a la inutilidad para pactar de sus dos líderes. ¿Cómo?, pues fácil, mandan a estos dos inanes a sus casas, se pone al frente de las dos organizaciones a dos tipos sensatos y a mediados de agosto se forma gobierno y a trabajar.

Pero me temo que no, en agosto se tomarán vacaciones, porque creen que se las merecen. Y en septiembre ya se verá; o no, o sí, o vaya usted a saber.

*Escritor e historiador