En las elecciones del 10-N hubo dos resultados llamativos: el descalabro de Ciudadanos (Cs), de 57 a 10 disputados, y el ascenso trepidante de Vox, de 24 a 52 diputados. Todo lo demás son matices. Sin embargo, ambos resultados han sacudido la pereza mental de los partidos políticos, especialmente PSOE y UP, que han tenido retrocesos que marcan una dirección a corregir. Lo que en seis meses no se había podido conseguir se ha conseguido en dos días: un preacuerdo para un gobierno de coalición entre ambos partidos. Hacen falta más adhesiones.

Todos los medios de comunicación corren presurosos a la búsqueda del porqué de este cambio de conducta política. Tanto las declaraciones despectivas y humillantes de ambos líderes antes de las elecciones, como los abrazos de ahora, no son más que una consecuencia de «hacer de la necesidad virtud», vulgarmente miedo. Como casi siempre, El Roto lo explica perfectamente en su viñeta: hay dos varones abrazándose, con el siguiente texto «parecía que se abrazaban, pero era para no caerse». Los 52 diputados de Vox han generado una auténtica conmoción en la política española. Y el descenso a los infiernos de Cs, no menos. Dos argumentos recorren transversalmente la política española: el conflicto territorial de España y la agenda social de los españoles. Y ambos exigen, si no una respuesta ya, al menos una dirección clara y una hoja de ruta en la que quepan la mayoría de los partidos políticos. En estos momentos, el acuerdo PSOE-UP marca esa dirección pero será la abstención en segunda vuelta de Cs o ERC lo que posibilitará la investidura de Sánchez. Aunque caben también otras opciones. Es la hora de la responsabilidad de todos para encauzar el futuro.

En mi opinión, tiene más trascendencia el descenso de Cs que el ascenso de Vox, pues estos últimos son votos que ya estaban anteriormente en el PP, mientras que la casi desaparición de Cs ha dejado a España sin ese partido bisagra tan presente y necesario en casi todas las democracias consolidadas. La mayoría absoluta que el 28-A había otorgado a PSOE + Cs (180 diputados) fue dilapidada por Cs en aras de un objetivo (liderar la derecha) imposible para él y malo para el país. Los españoles, consecuentemente, han mandado a Cs a la papelera. Vox, en cambio, representa la impaciencia y el cabreo de la gente menos acomodada de la derecha del PP, que ha explotado contra el separatismo y la lentitud de la recuperación social, pero que es recuperable encauzando la dirección.

En estos momentos de calculadora para sumar los votos positivos y las abstenciones necesarias para hacer posible y viable un gobierno, los 10 escaños de Cs podrían posibilitar lo que no han sido incapaces de evitar anteriormente: la existencia de un gobierno sin interferencias ni dependencias independentistas. ¡Qué gran logro hubiese sido! Ese fue el origen de Cs y ese puede ser su último servicio, o su vuelta a los orígenes. También el PP demostraría su cacareado patriotismo con una abstención técnica.

Pero si la vía más sencilla no prospera, queda la vía ERC. Los republicanos catalanes están deshojando la margarita sobre si hacer causa común con el de Waterloo y su locura unilateral, por eso de que puede haber elecciones catalanas pronto y los podrían llamar traidores, o volver a su senda tranquila de catalanidad sin estridencias más agenda social, que es lo que siempre ha hecho y le ha ido bien. La literatura, que lo aguanta todo, puede cambiar el punto nueve del texto del preacuerdo PSOE-UP y garantizar diálogo sin salirse de la Constitución. El Estado español es suficiente fuerte para no caer en las provocaciones separatistas e ir modelando una España única, plural y diversa. Para eso inventamos la política. Si fuera todo blanco o negro, no haría falta la política.

Está claro que mi humilde opinión es pura intuición derivada de los muchos años y algo de conocimiento que, aunque sea por viejo, tengo. Pero la opinión o la decisión de cada uno están causadas por la información que maneja. Y son las directivas de los partidos, y especialmente sus líderes, los que manejan la información real que subyace tras las fotos y las declaraciones que aparecen en los medios. Y bien está que así sea, pues la discreción es herramienta necesaria en toda negociación.

Pues bien, mi intuición me dice que habrá Gobierno, a un precio más o menos caro, pero, en cualquier caso, más barato que unas terceras elecciones. Que no nos obliguen a nuevas elecciones, pues los españoles podríamos optar por una mayor fragmentación parlamentaria, peligrosa y difícil de gestionar. La política es el arte de lo posible. Hagamos real lo posible.

*Profesor de Filosofía