¿Y qué decir ya del horror y de la sangre por el secuestro de más de mil niños, familiares y profesores en un colegio de Beslán (Osetia del Norte), y de su terrible desenlace (cada día que pasa aumenta el espeluznante número de muertos, heridos y desaparecidos)? Ciertamente, quedan la consternación ante la tragedia y la solidaridad con quienes han sufrido la pérdida de un ser querido. También nos quedan la condena y la indignación por unos criminales que utilizan a niños y civiles inocentes como escudos e instrumentos de chantaje para conseguir sus presuntos objetivos. Resurgen --una vez más-- la duda y la sospecha ante otra posible chapuza de las fuerzas del orden del Presidente ruso Putin. Demasiadas chapuzas ya, demasiadas masacres: por ejemplo, la del teatro Dubrovka de Moscú hace dos años con 50 secuestradores y 129 rehenes gaseados. Y entre todo ese amasijo de dolor y muerte, de intereses oscuros y fanatismo, vuelve a aparecer la descarnada verdad de siempre: mueren los inocentes, sufre el pueblo, pagan siempre los mismos. Estremece la visión del cadáver de un niño sobre una colchoneta mugrienta. Dostoievski ya lo dejó escrito en Los hermanos Karamazov: "La armonía universal no vale ni la más pequeña lagrima de uno solo de los niños. Y si los sufrimientos de los niños han servido para pagar, junto con otros pesares, el precio necesario para conseguir la verdad, entonces declaro, ya desde ahora, que esa verdad en su dimensión total no valía tal precio". ¿Qué idea, qué ideal, qué país vale o justifica la muerte (el sufrimiento, en general) de un solo niño?

Por mucho que quieran a veces poner a remojo los valores y la sensibilidad ética de la gente de buen corazón y de buena voluntad, el fin nunca justifica los medios. Jamás. Despreciable es ya cualquier medio que conduzca al sufrimiento y al espanto de los seres humanos. Sin embargo, lleva a la arcada que unos iluminados se crean tan en posesión de la verdad que asesinen, mutilen, traumaticen y secuestren en nombre de sus delirios. Si deleznables son sus medios, sus fines son una burda y bastarda justificación de la muerte y del horror sin sentido. Todos los seres humanos tenemos un mismo fin esencial: vivir en paz y en libertad en una casa acogedora con los seres queridos y que a nadie le falte pan, agua, sol, identidad y una sonrisa. Lo demás, por muy legítimo que sea, comparado con ese objetivo básico del ser humano, no deja de ser insignificante y subsidiario.

La tragedia ocurrida el viernes pasado en el colegio de Beslán es también un símbolo, un reflejo, una alegoría de lo que existe y acontece en el resto del mundo: mueren, sufren inocentes, ante el silencio e incluso la indiferencia de la mayoría. Cómo no, Bush aprovechaba a las pocas horas la tragedia ocurrida en esa escuela para elevar sus plegarias por el pueblo ruso e insistir en la lucha contra el terrorismo internacional y a favor del "mundo civilizado". Es decir, todo un ejercicio de obscena utilización de la desgracia. Parecía tener los ojos medio llorosos, sin preguntarse cuántos cientos de miles de niños iraquíes han muerto ya a causa del bloqueo impuesto antes de la última guerra, de los bombardeos, de la penuria y del marasmo creados en Irak. Es obsceno. Es hipócrita. Como hasta cierto punto lo es también cuando nos sentimos invadidos por la indignación y el horror ante lo sucedido la semana pasada en una escuela de Osetia del Norte, ante esos niños mutilados y descuartizados, pero leemos periódicamente la noticia, por ejemplo, de que se produce un 10% más de los alimentos necesarios para vivir toda la humanidad y, a la vez, 35.000 niños mueren cada día de hambre en el mundo. 35.000 niños por 365 días es igual a 12.775.000 niños muertos de hambre cada año.

¿Qué decir ya del horror y de la sangre por lo acontecido en el colegio de Beslán? Bien poco, salvo quizá insistir en la gran y única verdad: sólo el pueblo paga, sufre y muere. Quedan el rechazo de cualquier suerte de fanatismo y violencia, y también la constatación de que, tras sus declaraciones y condenas, siguen en el poder los mismos: Putin, Blair, Bush, Berlusconi y hasta el más oculto y anónimo sátrapa de cualquier tribu o poblado perdido.

*Profesor de filosofía.