Llevamos años entretenidos, intoxicados por el debate nacionalista, décadas marcadas por el terrorismo asesino de ETA. Y cuando el Estado de Derecho se impuso, Cataluña ocupó todo el espacio con el intento de una minoría, el de la estelada, de imponer su proyecto político a la mayoría de catalanes y por supuesto, de españoles. Se imaginaron una patria y muchas más cosas para justificarla. (Recomiendo leer a Anderson y su Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo). Inventaron una identidad y obligaron a los demás a reforzar la suya, por más que siempre la tuvieran clara. Y la consecuencia es que nos sale la identidad por las orejas. Estamos mirando al pasado en lugar de afrontar el futuro. Ha llegado la hora de hablar de lo importante, de las cosas de comer, con el consiguiente cambio en la agenda y en el debate político. ¿Qué pasa con el desempleo y el futuro de nuestros jóvenes? ¿Hay o no cambio de ciclo económico y cómo afectará a España? ¿Cómo adaptarse a una Economía globalizada? ¿Cómo se refuerza el Estado Social combatiendo la desigualdad entre las personas y los territorios? ¿Qué pasa con la reforma laboral, con las pensiones, con los alquileres, con la lucha contra el cambio climático y con una transición energética justa, con la reforma educativa incluyendo a la universidad y a la formación profesional, con la despoblación, con la fiscalidad y la deuda pública? Y con la violencia de género. Sí, sí, con la violencia de los hombres contra las mujeres. Que no se nos olvide.

*Profesor de universidad