«Se abrigaba en aquellos años la esperanza de lograr un acercamiento al ideal del Estado tolerante y respetuoso con las diferencias individuales, con la libertad de las opiniones y con la independencia de los ciudadanos… Ideal bellísimo pero frágil…» Discurso en el cincuentenario de la Residencia de Estudiantes.

Ya era hora de que se reconociera en nuestro país, en nuestro medio universitario, a parte de la inmóvil y sedente trabajo del paraninfo la ingente aportación que Santiago Ramón y Cajal y su escuela hicieron a nuestra sociedad y a la humanidad entera, no solo desde el punto de vista científico sino cultural y docente.

Hasta hace poco tiempo, solo pequeños y aislados homenajes, sin repercusión social, como aquel que mi querido amigo y compañero el profesor Portera, al volver de su periplo Americano hizo en Petilla de Aragón, que por desavenencias familiares no resultó lo festivo y científico que hubiéramos deseado en una casa natal casi destruida por el tiempo. Además Cajal tuvo mucha importancia en la política universitaria. La Junta de Ampliación de Estudios y la Institución Libre de enseñanza, instituciones que nadie ha sido capaz de recuperar ni física ni espiritualmente y adaptarlas la estructura actual de la enseñanza.

Si fue importante la descripción de la neurona, para mi fue más importante la definición que hizo y hoy permanece y se mantiene intacta: la transmisión de los impulsos, la neuroquímica, los neurotransmisores.

Cajal no se limitó a realizar un único descubrimiento de gran importancia, sino que aportó numerosas e importantes contribuciones al conocimiento de la estructura y función del sistema nervioso. Sus investigaciones sobre la anatomía microscópica de prácticamente todo el sistema nervioso, sus observaciones sobre la degeneración y regeneración, junto con sus teorías sobre la función, desarrollo y plasticidad, tuvieron una profunda influencia en los científicos de su época y actuales. Muchos de ellos siguieron el ejemplo establecido por el maestro, comprobando y ampliando sus teorías en casi todos los campos de la neurociencia. Estos estudios representan las raíces de los descubrimientos actuales en algunas de las áreas más apasionantes, acerca de la estructura y función del cerebro en condiciones normales y patológicas.

Somos Química. Esa química que nos hace ser como somos y actuar como queremos o como las reacciones químicas nos permiten u obligan. Los diseños de Cajal sobre el sistema nervioso, explicados en sus geniales y fieles dibujos, han sido el punto de partida que nos permite adentrarnos en el fascinante mundo de la estructura, química y función del cerebro. Si tenemos en cuenta que uno de los objetivos fundamentales de la neurociencia es comprender los mecanismos biológicos responsables de la actividad mental humana. No cabe duda de que el cerebro es el órgano más importante del ser humano. Sirve para gobernar nuestro organismo y conducta, así como para comunicarnos con otros seres vivos.

Hay quien afirmó que el soma es la plasmación externa de la Psique. Yo añado que la neuroquímica es la artífice del comportamiento.

Neuroquímica que últimamente mejora nuestra relaccion con el mundo animal y vegetal pero está frustrando en exceso, la relacion con nuestros parlamentarios bicamerales, independientemente del hemisferio que domine, la «neuromoderación». Fracasa en beneficio de la soberbia y del personalismo partidista, del todo vale y de la falsedad, lo que pone de manifiesto un frustración neuronal de la mayoría de sus componentes, incluso a la hora del plagio filosófico o doctorado económico. Ambos dos «neuroadquiridos» a un progresismo participativo que se ha convertido en mamoneo neuronal pactado y continuo.

La ciencia ha avanzado de un modo espectacular en las últimas décadas, permitiendo el estudio del cerebro desde todos los ángulos posibles -morfológico, molecular, fisiológico, genético y político-, si bien políticamente, la variedad cerebral es tan vivaz y adaptativa a cualquier impulso económico entrantes por la multitud de hendiduras sinápticas, que sólo hemos comenzando a desentrañar algunos de los misterios parademocráticos en que se soportan. Todavía no tenemos respuesta a algunas de las principales preguntas que la «neuropolítica parademocrática», plantea constantemente: «¿Cuál es el substrato neuronal que hace que las personas se dediquen a la política corrupta?» En otras palabras, ¿qué tiene de especial la neuropolítica para que haya tanta afición parlamentaria a promocionar gobiernos incapaces? ¿Cómo se trasforma el cerebro para mentir con naturalidad de forma permanente? ¿Cuándo se produce el desequilibrio cerebral por la codicia, el fracaso al descubrir el disfraz ideológico?, o ¿el abandono depresivo por inutilidad manifiesta? ¿Cómo integra el cerebro la información procesada en ilusorias vivencias y crear una adulterada y engañosa doctrina para sus incrédulos votantes, víctimas de una unión neuronalmente prostituida? Preguntas fundamentales junto a otras muchas que no tienen todavía respuesta, a pesar de los bases descritas por Cajal y los grandes avances científicos actuales.

*Catedrático emérito de la Universidad de ZaragozaSFlb