A medida que se acerca el momento de exhumar los cadáveres de los treinta militares fallecidos en el accidente del Yak que fueron mal identificados, las familias temen encontrarse con nuevas y desagradables sorpresas que vendrían a confirmar definitivamente que lo que el ministro Trillo y los médicos militares calificaron de identificación apresurada fue una grosera chapuza. Ahora más que nunca las familias empiezan a dar crédito a la sospecha de que algunos ataúdes se rellenaron con piedras y tierra para que tuvieran la consistencia que los restos humanos --escasos y sin identificar-- no podían darles, como les confesó un destacado miembro del Centro Nacional de Inteligencia. Este episodio, de confirmase, vendría a demostrar que los responsables de la cúpula del Ministerio de Defensa que fueron cesados por estas dolorosas circunstancias y a quienes el fiscal del caso llamará a declarar como imputados, obraron de mala fe.