Somos los protagonistas de nuestros sueños. Si luchas lo suficiente por conseguir todo aquello en lo que crees el éxito está asegurado. Nunca te rindas porque el último intento será el que te dé la llave del éxito. Y, por último, como siga escribiendo frases motivacionales tan poco originales dudo que les motive a seguir leyendo este artículo.

Muchos de los libros de autoayuda y ejemplos de superación que recorren la psicología provienen de una corriente denominada «psicología positiva». La definición ya de por sí es bastante inteligente, ya que sitúa al resto de escuelas de la psicología en el lado oscuro de esta disciplina. Su principal promotor es Martin Seligman psicólogo estadounidense famoso por sus trabajos sobre la indefensión aprendida y su relación con la depresión. Viene a decirnos que si los humanos (y también los animales) no percibimos que podemos controlar los estímulos negativos que recibimos, la mayoría aprendemos a resignarnos y, en consecuencia, a rendirnos. Parece que ya tenemos la explicación, y la solución, para que, siendo optimistas, todo nos vaya mejor. Fácil ¿verdad? No me negaran que la teoría es bonita. Si todos aprendemos a ver siempre la botella medio llena todo nos irá mejor. Y si va mal es porque todavía no soy lo suficientemente positivo o no me esfuerzo lo debido. Vamos, que tenemos la fórmula de la felicidad al alcance de la mano y no lo sabemos. Con lo fácil que sería explicar a las personas en desempleo, que sufren la crisis y la precariedad, que no encuentran trabajo porque no se motivan lo suficiente. Lo sencillo que sería razonar con las personas que viven en riesgo de desahucio que no deben preocuparse porque fuera de su casa les espera un mundo de oportunidades. Y los mayores, que viven y mueren solos, seguro que son capaces de encontrar nuevas oportunidades de futuro llenas de energía positiva. Así podríamos seguir analizando la realidad. Pero claro estos profetas del vacío nos van a acusar de congeniar con Delibes, al que se le atribuye la frase de que un pesimista es un optimista bien informado.

La psicología es, y debe ser, una disciplina científica. Lo que no quiere decir que sea neutral. Freud no lo era. Su teoría tiene una construcción impecable y sin embargo el psicoanálisis, a pesar de Woody Allen, nunca ha sido confirmado como una terapia que tenga validez científica. Lo mismo podemos decir del invento de Seligman. Hoy sabemos que el pesimismo predice tan bien la salud como el optimismo. Se ha cuestionado la validez de la psicología positiva ya que los resultados obtenidos en aumentar la felicidad y disminuir la depresión no son muy diferentes de los obtenidos con un placebo. Y qué narices. También sabemos que acontecimientos negativos son beneficiosos para el bienestar posterior. Que se lo digan a las parejas con sus broncas y reconciliaciones.

La psicología positiva, a veces más llena de coach motivacionales que de profesionales, ha venido de los Estados Unidos de Norteamérica llena de carga ideológica porque hasta el neoliberalismo más duro necesita un apoyo para la aplicación de «su» psicología. Es una buena manera para que quienes más sufren la crisis «aprendan» que el problema está en ellas y en ellos y no ahí fuera. No vaya a ser que quieran transformar demasiado el mundo. Por cierto este sustento ideológico tiene unos cuantos años a la espalda y ha servido para mantener apaciguada a una gran parte de la población. ¿O no les recuerda a la teoría de poner la otra mejilla? Parece que tanto la teoría psicológica del símbolo positivo como la cruz cristiana tienen parecidos razonables y no son sólo de distancia para subir o bajar ligeramente el eje horizontal.

Si no son todo lo felices que desean no se culpen. Nadie lo es. El problema no está en ustedes o sólo en ustedes. Es algo que nos afecta al conjunto de la sociedad porque no debería haber felicidad común si no la hay individual. Y viceversa. Con esta premisa se lo pongo difícil. La solución está en el análisis y la resolución de problemas. Si sabemos lo que es nuestro, lo que no, y lo que es imposible dependiendo o no de nosotros quizás todo esto sea más sencillo. Yo es que, en el fondo, siempre fui muy de Mafalda. Recuerden aquella respuesta tan humana, como inteligente, de Felipe a la protagonista del genial Quino. Repetía Mafalda con grandilocuencia una insigne frase recién descubierta: «Es mejor morir de pie que vivir de rodillas». Ante lo que el bueno, e ingenuo, de Felipe se hace la siguiente reflexión: «y digo yo… ¿será muy deshonroso subsistir sentados?». Seamos positivos…

*Psicólogo y escritor