Ala hora de escribir estas líneas, pienso en el día después. Pienso en que yo también podría gritar ahora mismo «Que viva España», porque España es tan mía como de Vox. Pienso en que los menas son niños abandonados, no peligrosos delincuentes a los que haya que cazar y abatir. Pienso que la violencia de género se llama así porque algunos hombres que matan a las mujeres por el hecho de serlo, no porque tengan un brote de esquizofrenia, como dijo en campaña Ortega Smith. Pienso que ese lema tan marcial de «atrás, ni para tomar impulso» es, exactamente, lo que está haciendo este país: ir para atrás.

Pienso que es urgente que se forme una coalición, o como quieran llamarlo (qué más da) que promulgue leyes contra la apología del fascismo, que perfile muy bien los delitos de odio, que persiga las mentiras de los cargos públicos y las sancione. Que ilegalice la Fundación Franco, que reactive la memoria histórica y saque a los muertos de las cunetas. Que se niegue a que la palabra España, como decía al principio, sea de unos y no de todos. Tras el resultado electoral (y todo esto, pá qué) sería un error detenerse en la debacle de Ciudadanos, aunque ha sido histórica, o en quién ha subido o bajado. Aquí hemos perdido todos.

Ha perdido la derecha, que parece que no podrá sumar. Ha perdido la izquierda, que ha hecho una campaña a la defensiva, en la trinchera. Así que mañana, que para ustedes será hoy, toca taponar la hemorragia, rehacerse e intentar avanzar. Y recuperar a aquellos que han aupado a Vox a niveles que no podemos permitirnos, los que les han votado por cabreo. Les entiendo.

Pero la convivencia no es eso. Y, por cierto, enhorabuena a Teruel Existe. Es lo único bueno salido de la jornada de ayer.