Irene y Yolanda son dos mujeres, ministras, las dos fueron de Izquierda Unida. Y ahora, ambas, son de Unidas Podemos. Son también un reflejo de las dos almas de la izquierda. Almas que son independientes de a qué partido se pertenezca, pero que se reflejan en sus actuaciones como ministras.

Yolanda desde su ministerio ha aprobado el decreto sobre teletrabajo que ya está en vigor y que afecta a varios millones de personas. Tiene en marcha la ley Rider para acabar con el fraude de ley que condena a ser falsos autónomos a miles de personas. Además, ha conseguido los múltiples acuerdos entre patronal y sindicatos sobre ertes, paliando así la crisis económica del covid. Derogó la posibilidad de despedir por bajas médicas. Luchó por la subida del SMI a 950 euros y lo consiguió en febrero de 2020. Este año no lo ha conseguido, pero lo ha peleado. Todas son medidas que afectan a lo material, al pan, a lo que afecta en la vida diaria de millones de personas.

Entre los hitos de la gestión de Irene tenemos cambiar el nombre el Instituto de la Mujer por Instituto de las Mujeres algo que «pretende dar respuesta al clamor que quiere incorporar la diversidad de las mujeres». También ha patrocinado un seminario para combatir el sexismo en los videojuegos y un estudio que denuncia que el rosa es un «color que oprime y reprime» a las niñas. Pero sin duda su ley estrella es la ley Trans que servirá para que cada uno tenga legalmente el género con el que se sienta más representado, y que ha enervado a buena parte del feminismo. A diferencia de Yolanda, las políticas de Irene son representativas, tratan de hacer sentir bien y sentirse representadas a determinadas identidades. No nombro aquí la igualación de los permisos de maternidad y paternidad (la política de igualdad más importante sin duda de la legislatura) porque justo no son obra de Irene y no son precisamente ejemplo de una política representativa sino material.

En realidad, lo que vemos en estos dos ejemplos son las dos almas de la izquierda en el presente: La una moderna, la otra posmoderna, la una hace políticas materiales (se preocupan del pan), la otra de representación, la una se basa en la razón, la otra en cuidar sentimientos, la una es ilustrada, la otra romántica. Y, sobre todo, una es universal, la otra identitaria. Malo será que la izquierda elija el camino de la pelea de las identidades, porque si de exaltar identidades se trata, hay otros que lo hacen mucho mejor. Y en esa batalla llevan las de ganar.