El legado del presidente José Luis Rodríguez Zapatero es cuestionable. Algunas de sus promesas sociales se quedaron a medio camino. Negó la crisis más allá de lo admisible. Fue cobarde a la hora de defender el Estatuto de Cataluña. Pero cabe reconocer que retiró las tropas de Irak, hizo realidad el matrimonio homosexual y la ley del aborto, y nombró el primer Gobierno paritario de España. Su lucha contra la discriminación de género y la violencia machista son innegables. Por eso, precisamente, su lamento sobre el escaso predicamento de Susana Díaz en Cataluña es lamentable. Achacarlo a prejuicios por su condición de mujer y andaluza es frivolizar la discriminación. Un insulto a los militantes socialistas y a su propio legado.

Para empezar, Zapatero debería recordar que Cataluña eligió un socialista nacido en Córdoba como presidente de la Generalitat. Y, después, reparar en el flaco favor que hace a la lucha por la igualdad de género al achacar a la condición de mujer un rechazo que es puramente ideológico. Díaz carga en sus espaldas la vergüenza de la gestora. Envenenó las relaciones con el PSC cuestionando hasta su definición de nación. Gobierna con Ciudadanos y su discurso en Andalucía se cimenta en un nacionalismo populista que los socialistas catalanes sufren cada día. Hay motivos para el escaso predicamento de Díaz. Reducirlos a su condición de mujer es pretender hacer valer el género sobre la ideología. Y eso es caer muy bajo. O estar muy desesperado.

*Periodista