La Cumbre Hispano-francesa que hoy se celebra en Zaragoza no sólo es una ocasión perfecta para que los gobiernos de ambos países definan con mayor precisión y compromiso su apuesta por el trazado de nuevas y más capaces vías de comunicación por el Pirineo central, sino que constituye también una oportunidad de oro para situar a la capital aragonesa en una posición relevante siquiera sea por un día.

Es muy bueno que el presidente y los miembros del Gobierno francés vean Zaragoza con sus propios ojos y capten la potencialidad de esta ciudad y su vocación como nudo de comunicaciones. También es particularmente interesante que decenas de periodistas del país vecino tengan ocasión de conocer qué hay al otro lado de una frontera que sólo se abre por sus dos extremos mientras en su extenso tramo central permanece casi hermética.

Con actos como éste, la capital de Aragón se ubica en el mapa (institucional, pero también social y económico) de Europa. Si además se logra estrechar lazos con Francia, avanzar con firmeza hacia la reapertura de la línea férrea por Canfranc e ir atando la realización del Vignemale, la jornada de hoy podrá ser calificada, sin exageración, de histórica.