Bueno... Zaragoza será mañana el epicentro (o uno de ellos) del tremendo barullo hispano-catalán. Saldremos en las teles, porque Podemos, IU y otras fuerzas políticas celebrarán aquí esa asamblea en la que, se supone, analizarán lo que está pasando y lo que puede pasar. Iglesias, Garzón, las izquierdas alternativas y diversos nacionalistas periféricos, juntos y no sé si revueltos, tomarán sus medidas o harán sus declaraciones o lo que fuere menester. El PSOE se ha desmarcado totalmente de la movida porque prefiere apoyar la escalada frente al 1-O de Rajoy y el Gobierno central (¡a esto hemos llegado, compañeros!). CHA, sorprendentemente, también ha excusado su presencia, lo cual, imagino, habrá dejado consternados a muchos simpatizantes de una formación que dice ser nacionalista.

Podemos se ha tirado al ruedo en un movimiento que tal vez le dé algún rédito en Cataluña, pero que me temo reducirá su clientela electoral en otros territorios. No es que su criterio no tenga fundamento, pero ha acabado subordinándose a la estrategia secesionista, dando por bueno un referendo, el montado por el Govern, carente de garantías, mal convocado y bien diferente (en el peor sentido) del que podría exigirse desde una perspectiva democrática. En territorios como Aragón habrá mucha gente que no lo entienda.

Socialdemócratas o alternativas, federalistas o centrífugas, las izquierdas pueden acabar pagando el alto precio que sin duda han de cobrar los acontecimientos de estos días. Por pura intuición (ya que las encuestas se convirtieron en increíbles hace tiempo) cabe suponer que la actual pugna acabe con Esquerra Republicana convertida en la principal fuerza política catalana, y con el PP y C’s dueños de una mayoría absoluta en el Congreso español. A la postre, unos y otros son nacionalistas y su dialéctica ha determinado de manera inexorable el contenido de la agenda política. PSOE y Podemos lo van a tener muy crudo. Sobre todo por una simple razón: se han visto arrastrados a una guerra que no es la suya. Perderán.