Una de las mayores derrotas de la democracia ha sido suficiente para que el Gobierno del saldremos más fuertes sea capaz de rectificar. La arrogancia de confiscar el remanente de los ayuntamientos levantó una polvareda que unió a lo más dispar de la política para mover de la sinrazón al Gobierno.

Y todos celebran la goleada definitiva: Hacienda decide desbloquear los remanentes municipales para el libre uso de los ayuntamientos tras el varapalo parlamentario. La suspensión de la regla de gasto para que sea utilizado el superávit tras años de ahorros (y también de recortes) por las necesidades urgentes de la pandemia es vital.

Quizá no tanto a los 'outsiders' de Teruel Existe que fueron los únicos que apoyaron al Gobierno porque se creyeron un pacto final para sacar adelante el decreto que les vendió Hacienda pese a que la mayoría de las voces lo negaban. Y así sucedió: se ratificó el voto en contra de toda la oposición menos el diputado de Teruel Existe que seguía sin enterarse.

La rectificación del Gobierno cuatro días después de la derrota les honra, y es para aplaudir, aunque tal desgaste político es innecesario. No se comprende el uso partidista de la FEMP por parte del socialista Abel Caballero poniéndose en contra de centenares de alcaldes.

Ni la poca visión del Gobierno dando alas a una oposición en el Congreso que andaba desnortada desde hace meses y que ha sabido rentabilizar este balón de oxígeno. Solo hay que comprobarlo en Jorge Azcón erigiéndose como un líder dentro y fuera de la ciudad.

Sin embargo, la buena decisión del uso de los remanentes por parte de los ayuntamientos es insuficiente. Hace falta más esfuerzo financiero por parte del Estado para aliviar las cuentas de los ayuntamientos, no sólo más endeudados por años de pésima gestión, sino que peores consecuencias afrontaron -y van a tener que afrontar durante la pandemia.

Es el claro ejemplo de Zaragoza: una ciudad sin remanente posible por la enorme deuda que arrastra y que es la quinta ciudad con más población. Es evidente que el Gobierno central debe hacer un esfuerzo extra porque Zaragoza no pide un simple plato de lentejas.

La obligación de cualquier Gobierno es dar respuesta a las necesidades más urgentes de las ciudades, que suponen a la larga una gigantesca tela de araña social. No debe demorar más la decisión de dotar de financiación extraordinaria a las ciudades sin ahorros y con múltiples problemas de urgencia sanitaria.

Es de sentido común.