Por ilusión, por inconsciencia, por buena conciencia o por simple esperanza, que solo faltaría que hubiera que perderla, el parón de la Liga en invierno siempre se interpreta como un punto de inflexión o el inicio de una historia diferente cuando las cosas no han ido bien hasta entonces. El Real Zaragoza está en ese punto. Se fue de vacaciones de Navidad con la depresión a cuestas tras la derrota de Valladolid y una primera vuelta, a falta de solo un encuentro, muy por debajo de las expectativas. Al regreso al trabajo y con la vista puesta en el partido del sábado contra el Barcelona B, el primero de los dos decisivos para el futuro en casa, el equipo quiere reescribir la historia torcida de esta temporada y enderezarla.

Eso escenificó ayer la propia Sociedad Anónima en la exitosa jornada de puertas abiertas para los aficionados en La Romareda. En esta era en la que el mensaje se transmite de manera instantánea, en la que prevalece el valor de la imagen y en la que se puede alimentar el culto a la simbología con una sencillez extraordinaria, el propio Real Zaragoza representó en el estadio y en sus redes sociales ese nuevo año, vida nueva que el club y la plantilla se han trazado como propósito.

Primero con la fotografía de la plantilla ante una pancarta sobre el lema Zaragoza nunca se rinde y, luego, con un recorrido virtual en el remodelado vestuario local de La Romareda donde esa misma leyenda luce en una de las paredes. Voluntades, deseos, intenciones, objetivos que el equipo debe confimar con hechos, que son las únicas buenas razones.