Ojalá pudiera decirse lo contrario, pero el Real Zaragoza sigue en caída libre y necesita que los compradores de la sociedad aceleren sus planes para reflotar la entidad. La supuesta era postAgapito necesita tomar un rumbo comprensible para los aficionados. Las informaciones que llegan resultan cada vez más excéntricas, como el embargo de la licencia federativa por parte de Hacienda. La Sociedad Anónima se deshace a los ojos de los aficionados porque la solidez de la nueva etapa aún no se puede dar por segura.

Es difícil sugerir una línea de actuación. Tanto a los nuevos propietarios, como a la afición y sobre todo a las instituciones aragonesas. Éstas últimas, en particular el Gobierno de Aragón, pretendieron en su día tutelar un futuro dorado del Zaragoza. El resultado ha sido catastrófico, y el precio altísimo. Todavía están ejecutándose avales públicos que totalizan varios millones. ¿Cómo abordar en tales condiciones cualquier nueva iniciativa? Pero, al mismo tiempo, ¿cómo dejar que una entidad, histórica ya y de gran proyección social, se vaya sin más por el sumidero? Ésa es ahora la gran cuestión.