«Parte el alma…, y la divide en dos». A pocos les sonará esta expresión cubana muy de finales de los 90, cuando la caída de la URSS dejó a la isla sin su mayor partner y la sumió en la mayor de las penurias hasta ahora conocidas. La primera parte la solía decir uno de los interlocutores de la conversación, y la otra la terminaba el otro, y su significado: «Que pena da todo, tremenda mierda de país». Así es como mi cuerpito de mermelada (como diría Wolfe en La hoguera de las vanidades) se sintió al echar un ojo, contemplar y escuchar las esperpénticas y dantescas representaciones que se protagonizaron durante las más de 16 horas de moción de censura, en las que lo que más se puso de manifiesto, fue la falta de competencias humanas de nuestro material político, sin importar el palo del que fueran: derechas, izquierdas, centros, o diversos… Tuits desagradables, comentarios sexistas-machistas-discriminatorios, siestas de campeonato, daltonismos extraños a la hora de votar que llevaron a un Moragas poco espabilado a tocar el botón del sí a la moción en vez del que como hombre del PP le correspondía… Bochorno emocional total y un storytellng de película serie z. Todo, en un contexto en el que celebramos los 40 años de votación democrática, cuatro décadas que no han servido para tomar conciencia de la relevancia de practicar una política de nivel, que deje a un lado los sensacionalismos banales, las excentricidades vacías de contenido y los lucimientos narcisistas propios de la corte del Rey Sol. Parte el alma, señores...H

*Periodista y profesora de universidad