Si hace diez o veinte años me hubiesen contado que un día la primera y única investigación habida sobre el ciclo del agua en Zaragoza acabaría poniendo en la picota a un gobierno municipal integrado por novatos, obcecados izquierdistas e ingenuos bienintencionados... me habría dado la risa tonta. Ubicar como telón de fondo de tal acontecimiento la externalización del tratamiento de vertidos (un asunto que ha producido a lo largo de varios lustros las noticias más abracadabrantes) no puede ser más kafkiano. Concluir (como han hecho los investigadores, con el PSOE a la cabeza) que el alcalde Santisteve y los otros de ZeC deberían acabar ante un tribunal y asumir responsabilidades económicas (además de abandonar sus cargos en Ecociudad, claro) llena de pasmo a quienes una vez supimos todo aquello de Triviño, su amiga, Didac Fábregas, la Banca Jover, General des’Eaux, las facturas falsas y los miles y miles de millones de pesetas que anduvieron al retortero cuando la concejala Artigas era una niñita y luego, cuando hacia Secundaria. ¡Ay, madre!

Todo esto coincide con otra circunstancia: el ayuntamiento y los zaragozanos estamos a punto de tragarnos (por imperativo legal), otro impuesto por contaminación del agua. Tapará el inmenso agujero hecho por el sospechosísimo plan de depuradoras que en su día desarrolló el Gobierno autónomo PSOE-PAR (o sea, Boné y los suyos).

Cabe preguntarse si lo de la investigación municipal ha sido un magnífico ejercicio de cinismo por parte de quienes se oponen a ZeC (con el PP disfrutando del hapenning), o es que los concejales de dicha plataforma político-social son unos temerarios de mucho cuidado. Supongo que ambas cosas. Los comunes carecen de habilidad y de visión de la jugada. Se han metido solitos en este barullo sin saber controlarlo. Y hoy se dan el gran porrazo, ¡catacroc!, atrapados en sus propias trampas.

ZeC, otra vez, es culpable. Demasido ignorantes, demasiado sectarios, demasiado torpes. Sus astutos adversarios están de enhorabuena; Zaragoza, de enhoramala.