No me fío de la gente que no tiene Facebook. No me gusta la gente que no utiliza Twitter y me dan rabia los que ni siquiera tienen Instagram. Algo misterioso y oscuro se esconde detrás de la personas sin redes sociales. Pero hay algo todavía peor. Tener redes sociales y no utilizarlas. Personajes que quieren un lugar en el mundo digital, pero que no se mueven en él. Zombis digitales. Esta semana hemos conocido la noticia de que Estados Unidos pedirá a los viajeros con visado el historial de sus redes sociales. También sabemos que las empresas de recursos humanos analizan con lupa los perfiles de los futuros trabajadores antes de contratarlos y que muchos tramites vía internet son complicadísimos de hacer sin redes.

Les cuento la historia de mi amigo Albert el zombi. Un tipo inteligente, que lleva una gran empresa, pero que por una razón que se me escapa tiene redes sociales aunque no las utiliza. Somos amigos porque nos conocimos hace millones de años, en la era analógica. Hoy ni siquiera le vería. Mi amigo se volvió loco intentando alquilar un apartamento en Airbnb. Primero le dijeron que no tenía suficientes amigos en Linkedin, luego que no tenía Twitter y, finalmente, que su cuenta de Facebook estaba inactiva porque hacía más de dos años que no la utilizaba. Por esas tres razones mi amigo zombi fue considerado «no fiable» en esa empresa y le costó un montón de horas alquilar su apartamento con una Visa y un teléfono móvil. Yo tampoco me fío de los zombis digitales.

Si me resulta demasiado complicado saber algo de alguien, prefiero pasar palabra y buscarme a otro amigo, amante o trabajador. Sí, es así. Antes de contratar, amar o llevar al cine a un desconocido, entro en sus redes y lo investigo. Igual a algunos les parece horrible. A mí me parece superpráctico y una forma genial de hacerse una idea rápida y real de alguien. Les confesaré algo. Las dos únicas personas que tengo bloqueadas en el mundo real no tienen redes sociales. ¿Casualidad? Yo creo que no.

*Escritora