Una persona emocionalmente inteligente gestiona sus propias emociones sin generar contradicciones que enerven las emociones de los otros. Carmena no lo es, rotundamente. En una semana ha pasado de colgar una gran bandera de la LGTB formada por cien mil lazos de otros tantos madrileños a negarse a colocar una pancarta de homenaje a Miguel Ángel Blanco. Que no pueden poner pancartas por todos los asesinados por ETA, dice. ¡Anda!, como si todos los madrileños fueran gais y se sintieran representados por esa bandera. Tampoco lo fue Ruiz Gallardón cuando desde el mismo sillón de Carmena rechazó hacer un «monumentito» en la estación del Pozo del Tío Raimundo a los 191 muertos del 11-M. «Cualquier día tendremos que hacer un monumento a las putas de Montera», dijo Cobo, su vicealcalde. Y ahora salen los zotes emocionales de todos los partidos y de algunos medios a sacarse los ojos por una pancarta, como si la honrosa memoria de Miguel Ángel Blanco, el desgarro colectivo que produjo su secuestro y asesinato, la terapia grupal y el hasta aquí hemos llegado que supuso el espíritu de Ermua necesitaran maquillaje y falsa compasión. Tienen que salir los zotes a dibujar verdades y mentiras, a sembrar nuevas hostilidades, a desatar pasiones que luego no podrán controlar pero que quedarán enquistadas en la emoción colectiva. Solo Totorica está en su sitio. Hoy dice lo mismo que hace veinte años cuando metió a todo el pueblo en el Foro de Ermua convencido de que ser español no era un estigma. Por eso lleva 26 años de alcalde.