Si nosotras paramos se para el mundo. Y el mundo se empezó a parar ese 8 de marzo histórico. En el 2017, cientos de mujeres salieron a las calles para reivindicar la igualdad de derechos sociales, visibilizar el enorme papel que juegan en la sociedad y protestar contra el sexismo en los gobiernos. Una manifestación que sentó precedentes y que en el 2018 dio lugar a la primera huelga feminista en España. 120 ciudades del país se llenaron de mujeres unidas para decir alto y claro no a la violencia sexista, a la brecha salarial y a la discriminación, mostrando así al feminismo como una realidad social viva, pujante y masiva.

Entre todas ellas, en Zaragoza, todos los rincones se contagiaron también de ese ambiente de lucha. Unos 150.000 trabajadores participaron en el paro parcial y unas 37.000 personas de todas las edades, clases y colores hicieron de su voz, pancartas y tonos morados y negros todo un símbolo de lucha y cambio. En 2019, por 1.000 motivos, los aragoneses volvieron a teñir la comunidad de reivindicación. Así, con las miras puestas en la capital aragonesa, esta revolución no habría sido posible sin la Asamblea 8-M Zaragoza, una agrupación conformada por diversas asambleas de barrio en las que mujeres trabajan en la construcción de la huelga feminista y la divulgación de su importancia.

«Está en el ambiente, había una serie de cuestiones que ya no podíamos con ellas», afirma Carmen Navarro, pensionista de 69 años, que reconoce «ser feminista porque soy mujer, y reconozco todos los problemas que tenemos las mujeres en general. Hay algunas cosas que nos habrán afectado más a unas u a otros, pero todas son importantes. En este sentido, me puedo quedar en casa o puedo arrimar el hombro para solucionar problemas», afirma. Esta maestra que estudió Magisterio «de mayor», ha ejercido de docente, pero también ha trabajado en el área de Cuidados y en el comité de huelga de Torrero, donde han impulsado el trabajo feminista en los barrios: «Pensábamos que íbamos a dividir fuerzas pero en Torrero en concreto ha habido muy buena respuesta. Estamos un grupo de mujeres que intentamos dar al barrio esta perspectiva femenina», reconoce.

Más de 40 años la separan con Julia Mallol. A sus 28 años, esta joven estudia Integración de Género. Para ella, ser feminista incluye «todo desde mi propia identidad de ser mujer. Refleja todo el espíritu de lucha, por encontrar nuestro hueco como segunda mitad de la población mundial», sostiene. Unas palabras que también secunda Lourdes García, de 47 años y carretillera de profesión, quien no duda en afirmar que su sentimiento feminista se debe a que «siempre he tenido una consciencia de que a mí y al resto de mujeres me afectaba directamente». Esta aragonesa ha sido coordinadora durante todo este año del eje de huelga laboral, en la que han desarrollado «un argumentario con las reivindicaciones más importantes, como es la desigualdad de las mujeres en el medio rural, ya que no son propietarias y tienen una dependencia absoluta de sus maridos, padre, hermano etc., y los derechos de las empleadas del hogar».

Todas coinciden en señalar que el feminismo es un movimiento que «siempre ha estado ahí», apunta Lourdes, pero fue el Me Too en Estados Unidos y el ejemplo de los países iberoamericanos, en especial Argentina, lo que hizo que el 8-M tuviera ese calado entre la sociedad. «La situación es insostenible, lo que hemos hecho ha sido civilizar algo que lleva ocurriendo toda la vida. En España tenemos antecesoras en la lucha feminista en este país, lo que pasa es que no se ha visibilizado tanto en los libros como en los medios de comunicación».

IGUALDAD REAL Y EFECTIVA

Estas reivindicaciones históricas que llevan asociadas el feminismo tienen en el punto de mira la brecha salarial, la desigualdad de oportunidades labores y las dificultades que encuentran para ocupar puestos de responsabilidad en las empresas. Según datos de la última Encuesta Anual de Estructura Salarial (Instituto Nacional de Estadística, INE) publicada en 2018, en Aragón, el sueldo medio anual por trabajador fue de 22.248,76 euros y el cobro por hora normal de trabajo fue de 14,41 euros. Lo que supone que el salario medio anual femenino represente tan solo el 74,1% del masculino.

«Estaba en la cooperativa de padres de una escuela infantil y no tuve problemas. También trabajé en un colegio de niños discapacitados y éramos todas mujeres. Pero sí que conozco muchos casos a las que le preguntan en las entrevistas si vas a casarte, vas a tener hijos y les tienen que responder: ‘bueno, ¿y a usted qué le importa?», sostiene Carmen. «Sí que he tenido entrevistas en las que te han preguntado si estás casada. En mi caso, en las empresas donde he trabajado, el sueldo era por convenio», mantiene Lourdes, quien apunta que, en el plano laboral, «a lo largo de la vida todas las mujeres hemos experimentado machismo, desigualdades y, en algunos casos, violencia machista». Julia ha trabajado tanto en España como en el extranjero y siempre ha visto un patrón común. «En la manera en la que se dirigen cargos superiores, gerentes y demás se ve el trato diferenciado. Asimismo, la brecha salarial incumbe a esos trabajos más precarizados y que normalmente están ocupados por mujeres. Si quieres trabajar de au pair en el extranjero únicamente contratan a mujeres o, por ejemplo, en una barra de una bar o en el sector de la limpieza es más fácil que ese cargo lo ocupe una mujer que un hombre. Esto no es un trato de favoritismo, es una división sexual», afirma esta joven, la cual ha ocupado muchos de estos puestos normalmente asociados al sexo femenino.

UN PROBLEMA DE EDUCACIÓN Y CULTURA

Al igual que en el ámbito laboral, la educación, subrayan, ha estado marcada por el «machismo estructural tan instaurado en la sociedad», asevera Lourdes. Tanto ella como Carmen estudiaron en un colegio de monjas, como la mayoría de mujeres españolas que superan los cuarenta años, y vieron con el tiempo que la formación recibida variaba mucho si perteneces al sexo femenino o al masculino. Ese sexismo al que aluden también formó parte de los años de estudiante de Julia. «Esto es algo que te das cuenta conforme vas creciendo. Obviamente hemos crecido en una falsa igualdad».

Esta falta de progreso en el ámbito educativo tiene su reflejo en la violencia de género. De acuerdo al informe del IAM y la Universidad de Zaragoza, más de 100.000 mujeres en Aragón han sufrido violencia sexual en algún momento de su vida. Una lacra que viene de un problema de educación y leyes. «La solución está en los dos ámbitos», sostiene Carmen, pero también se «necesita que además de que estas leyes sean cada vez más justas y feministas haya una formación de los jueces y los cuerpos de seguridad», mantiene Lourdes, mientras que Julia no duda en afirmar que «es un compendio de todo. Tiene que ser algo transversal, no solo en la educación sino en la cultura en general. De nada sirve que en el colegio se pueda inculcar una educación no sexista si luego fuera te están educando de una forma distinta».

Noticias como la sentencia de ‘La Manada’ han calado especialmente. No obstante, la reciente victoria de la izquierda en España les hace pensar en un cambio de paradigma, a pesar de que «el camino es largo porque el movimiento feminista hable de la cultura patriarcal, de la organización de la sociedad en base a un patriarcado», subraya Carmen. Para ellas, la cultura actual es la piedra más pesada en este camino hacia la igualdad, por encima de la escucha política, pero sí que se ve «un movimiento reaccionario ante la irrupción de la derecha. Creo que ha dado mucho miedo el poder ir hacia atrás en los derechos sociales por parte de las mujeres como en otros sectores oprimidos como puede ser las personas migrantes. Esto ha provocado que la balanza se haya dirigido hacia el otro lado», matiza Julia.

La sonoridad y sentimiento de unión del movimiento gozó ya de reconocimiento en Zaragoza cuando por primera vez en la historia siete mujeres se subieron al balcón del ayuntamiento para pronunciar el pregón de las Fiestas del Pilar. «Me pareció súper poderoso para lanzar ese mensaje: está habiendo una situación de injusticia y nosotras estamos aquí para alzar la voz y reivindicar nuestros derechos». «Fue un reconocimiento muy bonito por parte de Zaragoza a todas las mujeres que están luchando», reconocen.

Ahora, el Premio Aragonés de Honor hace ver que en la comunidad autónoma aragonesa el movimiento feminista del 8 de marzo se ha convertido en toda una institución revolucionaria ante ese mundo heredado. Las palabras honor y triunfo resaltan en el discurso de las tres, pero más allá de estos galardones, tal y como afirma Julia, «hay que seguir trabajando para intentar hacer más redes y llevando nuestra voz a todas las personas posibles, a todas las mujeres posibles», concluye.