Michel Vallés acaba de tener su momento en la gala. La sala ha contenido su respiración después de que LaMov haya interpretado Terrenal, una proyección artística que representa la lucha contra el cáncer del periodista de este diario recientemente fallecido. Un recuerdo que ha sido elevado por cuatro compañeros (amigos) y su mujer, Estrella Setuain, quienes han leído textos personales sobre su relación con el ya eterno columnista de Marte en el exilio. La gran sorpresa se ha producido cuando Nicolás Espada, director de este diario, ha anunciado que junto al Colegio de Periodistas de Aragón, se va a instaurar el Premio de Periodismo Parlamentario Michel Vallés. Será un jurado quien decida qué artículo merece cada ejercicio este galardón que se entregará a finales del año, coincidiendo con el aniversario de su muerte. Tanto las bases de este premio, que estará dotado económicamente, como la convocatoria del mismo se harán públicos próximamente. Vallés dedicó una gran parte de su carrera profesional al periodismo parlamentario.

Samuel Barraguer

Hace ya casi 15 años. Por gajes del oficio de ambos, me hizo una entrevista. Resultó inteligente y muy divertida, como era él. Yo no lo supe hasta tiempo después, pero entonces me inoculó ya el venenillo de una personalidad arrolladora, que acabó por conquistarme cuando nos hicimos amigos al calor de la redacción de El Periódico. Me acuerdo de muchas de las vivencias con Míchel, pero me quedo con ese primer momento y con las veces en que, al despedirse, siempre me llamaba “hermano”.

Óscar Civieta

Escribí un texto bastante extenso para un proceso de selección y se lo pasé a Michel para que le echara un vistazo. Le dedico muchas horas y me lo devolvió con diversos apuntes y muy mejorado. Además, se pasó muchísimo tiempo riéndose de mí cada vez que me veía porque decía que había utilizado demasiadas palabras extrañas. Eso era un poco Michel, una persona muy preparada, muy socarrona y siempre dispuesta a echar unas cuantas horas por ayudar a un amigo.

Carlota Gomar

La primera vez que bailé un paso doble fue con Michel. Fue durante las fiestas de su pueblo, en LLedó. Yo no tenía ni idea de cómo bailarlo así que me llevó al centro del pabellón de fiestas y me guió. Michel era de esos que sabía cómo empujarte, animarte y guiarte para hacer cosas nuevas o que pueden dar algo de vértigo. También cuando se trataba de un simple baile. Siempre tenía una respuesta convincente, un consejo, y un as bajo la manga para acabar cualquier conversación entre risas, hasta las tristes. Sus consejos mezclados con humor eran una de sus señas de identidad. Aunque era un guía único en los personal y lo laboral, viajando era todo lo contrario. Era de esos que veía una señal indicando que había que seguir recto para llegar a la catedral de turno y se iba a la derecha. Salvando este defecto que nunca quiso reconocer, era un gran compañero de viaje y de vida.

Jorge Oto

Michel llamaba a las cosas por su nombre. Sin rodeos, ni medias tintas o edulcorantes. Nada de eso. Al cáncer siempre lo miró a los ojos. Todo se lo decía a la cara. Desde el principio hasta el final. Era su forma de hacerle frente. Procuraba saberlo casi todo de su enfermedad. Anticiparse a ella y tenerla controlada hasta que ella lo tuviera controlado. Arrebatarle el efecto sorpresa. Estudiar al enemigo y aprender de él para restarle poder. Michel no se consideraba héroe ni ejemplo. Y tuvo miedo. Porque era valiente. Vivir el cáncer, lo llamaba él. "He tenido suerte de tenerte a mi lado" me dijo poco antes de irse. De Michel aprendí periodismo, política y mil cosas más pero su lección más valiosa fue enseñarme a vivir.