El encanto de Albarracín es su misterio. La imposibilidad de abarcarlo todo en una visita. La sensación, al marcharse, de que se han dejado cosas por ver, de que habrá que volver para recorrerlo con más detenimiento. Al viajero le desborda la profusión de edificios singulares, todos restaurados siguiendo el mismo modelo, de forma que se integran sin estridencias en el entorno rústico de la villa. A ello contribuye el hecho de que las fachadas de las casas, rojizas, ofrecen un aspecto uniforme que, sin embargo, respeta lo que distingue a cada una de ellas.

«La recuperación de Albarracín empezó después de la guerra civil, cuando se benefició de las ayudas a las regiones devastadas», explica el alcalde, Francisco Martí. Además, muy tempranamente, en los 60, el ayuntamiento dictó una normativa para la preservación del conjunto.

Pero el verdadero impulso llegó a mediados de los 90, con la creación de la Fundación Santa María, que en dos décadas ha intervenido en 15 edificios, el último de ellos la catedral. Su quehacer ha generado un modelo propio que ha creado escuela mucho más allá de su ámbito.

En 1995, durante una visita oficial, la entonces reina de España, doña Sofía, ya percibió algo que siempre ha caracterizado a Albarracín. «Noto algo extraño», le dijo, admirada, a Octavio Collado, el alcalde de la época.

«Le hice ver que lo que le chocaba es que no había apenas cables ni rótulos llamativos en las fachadas», cuenta el exregidor. «Todo era muy armónico ya entonces». Y esa peculiaridad se ha potenciado con el paso del tiempo.

«Ahora estamos soterrando los cables de varias calles y hace cinco años que se empezó a instalar una iluminación artística, en calles y monumentos, que es más homogénea, más tenue, y no deja espacios oscuros entre farola y farola», señala Martí.

La eliminación de obstáculos visuales convierte en una delicia un paseo por las calles del casco antiguo. Las tiendas de recuerdos y los restaurantes que proliferan en las plantas bajas pasan casi inadvertidos, y lo mismo sucede con los hoteles y los bancos.

El edificio que los contiene es lo importante. Su fachada de yeso rojo, en la que se combinan la piedra, la madera y el hierro forjado, asume todo el protagonismo a ojos del recién llegado. Y el servicio que albergan pasa a un segundo plano.

«Los comerciantes están muy concienciados de que hay que preservar la armonía y no sacan artículos a la calle», asegura el alcalde. Martí reconoce que las ordenanzas son muy estrictas y que en ocasiones ha sido complicado hacer entender su necesidad.

SIN TEMPORADA BAJA

Pero ese afán de Albarracín por pasar inadvertido no ha afectado a su fama como uno de los lugares más bellos de España, desde mucho antes de ingresar en la asociación que los agrupa. La villa, que atrae mucho turismo de congresos, no conoce la temporada baja. Recibe visitantes todos los fines de semana y, en los puentes y vacaciones largas, se ve desbordada por la afluencia.

Al cabo del año, según cálculos de la oficina de turismo, pasan por la localidad en torno a 400.000 personas, lo que explica que sus 1.200 plazas hoteleras casi se llenen cualquier sábado. Al igual que ocurre con muchos de sus numerosos restaurantes. Todo un récord para una población de 1.100 habitantes.

«Existe un riesgo claro de masificación, pero no se pueden poner puertas que impidan el paso a la gente», bromea Martí, que indica que el turismo extranjero supone el 8%. Ahora, el ayuntamiento está intentando potenciar la difusión internacional de Albarracín para captar más clientela en el exterior.

Mantener ese nivel cuesta mucho dinero y el consistorio dedica cada año entre 100.000 y 150.000 euros a obras de mejora, más las subvenciones de la Diputación de Teruel. El esfuerzo económico es más notable si se tiene en cuenta la fuerte depreciación de la madera, principal recurso natural de la Sierra de Albarracín, que se gestiona en la cabecera comarcal.

El tráfico rodado es otro reto importante. El ayuntamiento vela por la circulación y el estacionamiento de coches y autobuses, dado que muchos visitantes llegan en viajes organizados. Por ello estos últimos años se han construido varios aparcamientos y se ha creado una plaza de policía local.

Otra parte considerable del presupuesto, de 1,5 millones este ejercicio, va al cuidado de jardines y a la limpieza de calles. Porque ningún detalle puede fallar cuando se ha alcanzado la fama de Albarracín, un destino turístico que siempre va a más.