Existen dos Valderrobres. El moderno, en la margen izquierda del Matarraña, y el antiguo, al otro lado del río, presidido por la monumental iglesia y la mole almenada de su castillo gótico. El primero se ha desarrollado sobre todo desde los años 60, pero su crecimiento nunca ha puesto en peligro el casco viejo, que desde el 2013 forma parte de los pueblos más bellos de España.

«La causa de que la parte antigua esté tan bien conservada, casi intacta, es que el río ha actuado siempre como una frontera natural», explica Antonio Monfort, de la Fundación Valderrobres Patrimonial.

Esa circunstancia geográfica ha hecho que las gasolineras, colegios, supermercados y otros servicios se construyan en la ribera izquierda. De forma que, al cruzar el puente medieval sobre el Matarraña, el visitante pasa sin transición del presente a un pasado en el que conviven armónicamente varios siglos, desde el XIV hasta principios del XX.

El casco antiguo empieza en la plaza de España, del XVI, que parece propia de una ciudad, no de una localidad con unos 2.300 habitantes. El ayuntamiento, de estilo renacentista, ocupa una buena porción del espacio con su lonja, su elevado balcón y su historiado alero.

Su aspecto sobrio impone, pero para compensar tiene al lado la fonda La Plaza, que quizá sea una de las más antiguas de Europa. Está documentado que en el XIX ya era una casa de viajeros, pero retrocediendo en el tiempo, hasta el siglo XIV, se descubre que ejerció otras funciones, como la de casa del Justicia.

ESTAR EN EL MAPA

El resto de edificios de la plaza, posteriores, no le van a la zaga y marcan el tono de las calles que de allí parten, alguna con soportales. Y basta entrar en una tienda o un local de hostelería para descubrir que sus techos abovedados y sus arcos de piedra los diferencian notablemente de los comercios y bares de la otra orilla, que no pueden alardear de antigüedad.

«A veces, ahora más que antes, te asomas a la plaza y está llena de turistas», dice Ana, que regenta la fonda. «Valderrobres no era un sitio muy conocido y nuestros clientes se sorprenden de que sea tan bonito», explica.

Sin embargo, no es extraño que Valderrobres reciba visitantes «casi todos los fines de semana del año», como dice su alcalde, Carlos Boné. El ayuntamiento lleva muchos años invirtiendo en la restauración y recuperación del casco antiguo, que está calificado como Bien de Interés Cultural (BIC), y ese esfuerzo continuado está dando resultados.

TODO A LO GRANDE

De hecho, en el 2016, el conjunto que forman el castillo y la iglesia fue visitado por 30.000 personas, muy por encima de las 19.000 que era la cifra habitual hasta entonces. La consecución del título de pueblo bonito ayudó. Pero también lo ha hizo que Ferrero Rocher utilizara la villa para su campaña navideña del 2013. «Esa promoción nos puso en el mapa», subraya Boné

Las calles principales de Valderrobres corren paralelas al río, de este a oeste, cortadas transversalmente por estrechos callejones en cuesta, a menudo con peldaños, que suben hacia el castillo.

La fortaleza domina el casco antiguo desde hace seis siglos. Y, sin embargo, según Monfort, «nadie se espera encontrar aquí un edificio tan espectacular».

Todo es grande en el castillo de Valderrobres: los muros, los almacenes, los sótanos y las estancias donde se hacía vida, en especial la de las chimeneas, que acoge exposiciones temporales. Claro que la causa puede ser que desaparecieron los tabiques de madera que hubo en tiempos para separar los usos.

«No era un castillo defensivo, sino palaciego, y se utilizaba como residencia temporal», dice el guía, que explica que la iniciativa de su construcción partió del Arzobispado de Zaragoza.

Pero sus altos muros no ensombrecen a la iglesia aledaña, «una joya del gótico en Aragón». Ha pasado por muchas vicisitudes, guerras incluidas, hasta el punto de que este siglo se ha recuperado un tramo entero del templo que se había hundido.

En su portada, los capiteles cuentan la historia de Noé. A su manera, el patriarca es una metáfora de Valderrobres. Pues si un arca de madera salvó al personaje bíblico, un río ha impedido aquí que el casco antiguo sucumbiera a manos del desarrollo urbanístico.