En este tiempo en el que casi todo está cubierto por una brumosa niebla de sospecha, hasta los hechos se ponen en cuestión. Pero no. Los hechos son incuestionables. A estas alturas de la temporada, el Real Zaragoza está en la decimocuarta posición, a once puntos del sexto clasificado, el último escalón con derecho a jugar el playoff. El equipo está muy lejos de las expectativas del verano y de los objetivos marcados por el propio club. Con Víctor Fernández la mejoría ha sido notoria, de ahí la distancia a la que ahora se observa con tranquilidad la zona de descenso: ocho puntos. El entrenador ha recuperado la ilusión, perdida en la inmensidad de la nada en la era de Alcaraz, y para muestra el último botón: La Romareda registró la mejor entrada de la temporada en Segunda ante el Albacete. El empate a cero congeló un poco un ánimo que se había vuelto a calentar.

Con los tres puntos que caerán en el bolsillo en la jornada 35 cuando el Zaragoza sume sin jugar el triunfo ante el Reus, el botín asciende a 34. Quedan por repartir otros 45 en las 15 jornadas consiguientes. Para alcanzar la promoción haría falta una heroicidad: ganar once partidos más, sumar 33 puntos. En los 26 encuentros disputados, el equipo ha ganado solo siete veces. Estamos, por lo tanto, ante una misión prácticamente imposible, pero no imposible. No hay ninguna razón para no pelear por ella con la máxima ambición y profesionalidad hasta que las matemáticas nieguen la mayor. Creyendo que lo imposible es posible.