Tomeu Nadal debe de ser familia de Rafa, el tenista que hace milagros. En los genes tiene que hallarse la explicación a la aparición divina del meta del Albacete en La Romareda. Salvó a los suyos y acabó con un Zaragoza estupendo que se estrelló en un portero extraordinario que se despidió de la grada deseando suerte a la afición a la que acababa de amargar la noche y los días que vendrán. Nadal, ya se sabe, hace milagros. Quedó claro.

Hasta media docena de ocasiones claras malogró el Zaragoza, cinco de ellas en los últimos veinte minutos. Más bien fueron siete en total. Porque entre ellas figura el inexplicable fallo de Eguaras al no embocar el rechace de Nadal en un penalti que el navarro ya había ejecutado mal. El meta desbarató casi todas. La última, en el descuento y justo antes del increíble tanto del Albacete. Luis Suárez había enviado fuera un mano a mano que no suele fallar, pero falló. Solo el Zaragoza mereció ganar, pero perdió. Tan real como cruel. Tan increíble como inexplicable.

Salvó Nadal al Albacete, sí, pero al cuadro aragonés también le condenó su incapacidad para superarlo. No pudieron Suárez ni Eguaras. Pero tampoco Kagawa ni Guitián ni Álex Blanco. Y todos ellos gozaron de ocasiones diáfanas. Inoperancia para unos e infortunio para otros. Seguramente, un poco de todo.

Estaba claro que no iba a ser fácil perforar el escudo de un Albacete especialista en dejar su portería a cero y que rentabiliza como nadie los pocos goles que anota. Se imponía derrochar profundidad por ambos costados para encontrar agujeros en la férrea defensa manchega y, a su vez, extremar las precauciones con precisión en la entrega para evitar las contras. Y el Zaragoza no hizo mal ninguna de las dos cosas en una primera parte en la que fue superior en fútbol aunque sin apenas ocasiones claras. De hecho, solo tuvo una. Eguaras remató ajustado un centro desde la derecha de Vigaray tras una gran jugada con Suárez y Kagawa, pero Tomeu Nadal evitó el gol con una gran intervención.

Hasta ahí habían llegado los minutos de tanteo entre ambas escuadras. Un acercamiento sin peligro de Susaeta y un más que posible penalti no pitado de Karim sobre Suárez fueron los únicos sobresaltos antes de que Guitián se jugara la expulsión con una patada por detrás a Zozulia que el árbitro decidió castigar con amarilla para cabreo de los albaceteños y alivio de un zaragocismo que se temió lo peor.

El cuadro aragonés movía bien la pelota. Con Kagawa más activo y Guti en todos los lados, los locales hacían muchas cosas bien, pero no encontraban ese último pase definitivo. En estas circunstancias, cualquier equipo medio normal encontraría una vía de escape en la estrategia, pero en esto el Zaragoza no es un equipo cualquiera, sino mucho peor. Las tres últimas jugadas de la primera parte son el fiel ejemplo de ello. Todas las sacó en corto y todas acabaron en el limbo o con el balón en el contrario. Un desastre para hacérselo mirar. Y ya.

Las sensaciones eran buenas y mejoraron aún más con la entrada al campo de Álex Blanco, que le dio al equipo la profundidad que necesitaba. El alicantino ensanchó el campo y mejoró a un Zaragoza que se lanzó a la yugular de su oponente en una última media hora para enmarcar. A base de presión alta y un derroche de energía, el equipo de Víctor maniataba a un Albacete que bastante tenía con mantenerse en pie y que se encomendaba a su portero como la única forma legal posible para salir vivo de La Romareda.

Poco antes del ecuador tras la reanudación empezó el baile. Kagawa se quedó solo ante Nadal tras aprovechar una nefasta cesión de Álvaro, pero el japonés estrelló en el poste un balón que luego se paseó por la línea de gol sin rebasarla. Ya entonces, el Zaragoza, que no sufría atrás, merecía la victoria.

Pero lo peor estaba por venir. Víctor recurrió a Linares y la entrada del aragonés contribuyó decisivamente a endurecer la ofensiva. Guitián, en el primer córner rematado por un zaragocista en mucho tiempo, también se estrelló con Nadal, a esas alturas ya convertido en Don Quijote. Pero fue a dos minutos del final cuando el recital del portero alcanzó su punto álgido al desviar el penalti de Eguaras y un rechace posterior al que nunca debió llegar con opciones. El Zaragoza estaba negado, aunque faltaba la de Suárez, que mandó fuera la suya en el descuento.

La Romareda se tiraba de los pelos. No se lo podía creer, pero el drama se convirtió en tragedia en el 94, cuando Silvestre mandó a la red un rechace de Guitián tras una falta innecesaria de Pombo. El fútbol, a veces, es un asco.

R. Zaragoza: Ratón; Vigaray, Guitián, Grippo, Lasure; Soro (Pombo, m.79), Eguaras, Raúl Guti, James (Alex Blanco, m.59); Kagawa (Linares, m.72) y Luis Suárez.

Albacete: Tomeu Nadal; Alvaro Benito, Arroyo, Azamoum, Fran García; Alvaro Jiménez (Ojeda, m.72), Eddy Silvestre, Capezzi, Susaeta (Olabe, m.81); Pedro y Zozulia (Acuña, m.90).

Árbitro: Ais Reig (Comité Valenciano). Amonestó con tarjeta amarilla al local Guitián (m.33) y a los visitantes Azamoum (m.25) y Capezzi (m.66).

Gol: 0-1. m.94. Edy Silvestre.

Incidencias: partido correspondiente a la decimosexta jornada de Liga de Segunda disputado en el estadio de La Romareda de Zaragoza ante unos 20.000 espectadores