Las fortunas del Real Zaragoza son varias, lo que convierte en relativa su relación con la suerte. Sus méritos van más allá de la casualidad. Se ha convertido, jornada a jornada, en un ganador entre calvarios. Por mucho que le castiguen, como hizo el Numancia con un gran fútbol y ocasiones varias para crucificarle, encuentra siempre la luz al final del camino. Y lo hace con una fe conmovedora. Sin duda influye que en su nómina cuente con un par mesías a sueldo, Cristian Álvarez y Luis Suárez, dos milagros vestidos de jugadores que guían a sus compañeros por la guerra de francotiradores que es esta categoría: uno puede estar todo el encuentro agazapado en la azotea y vencer con un solo tiro. Amén.

De esa versión de creyente bravío y eficaz, brotan distintas ramificaciones. Contra el conjunto soriano se vio otra más cuando caminó sobre las aguas, en un terreno de juego en donde Luis Suárez exhibió su aleta de tiburón para captar las vibraciones del miedo del Numancia. Su capacidad para adaptarse al medio anfibio le dio el triunfo después de que Cristian, antes de que llegara la lluvia, subiera a todos a su arca de Noé de un brinco para impedir que un cabezazo de Higinio destrozara la línea de flotación. Luego Suárez olió la sangre en una mala cesión y esperó a Puado, otro depredador marino en la cresta de la ola personal, para compartir la caza. El Numancia lo había hecho todo bien, pero no siempre es suficiente. Cuando quiso reponerse, el Real Zaragoza era ya una lancha motora de competición.

La apuesta de Víctor Fernández fue la de sus futbolistas en mejor forma. El partido se le acercó y le susurró al oído que tenía que rectificar, que hay dos encuentros, los que se proyectan en la cabeza de un entrenador y los que suceden, muchas veces en nada concurrentes. Ocurrió que el Numancia puso el mantel en el centro del campo y, con una cubertería más adecuada, comenzó a trinchar al Real Zaragoza. El ténico ejerció con celeridad: Igbekeme, un medio maratoniano, sustituyó a Álex Blanco en busca de un equilibrio que se produjo. Más tarde vino Javi Ros, un timonel perfecto para reconducir situaciones de histeria que inyectó al partido la dosis de inteligencia que necesitaba.

El azar, la intervención divina y la humana... El miércoles llega el Real Madrid en la Copa. A lo mejor es cuestión de, por el mismo precio, seguir creyendo en un equipo bienaventurado. Resuelta la cuadratura del círculo, ¿por qué no la del roscón?