--¿Cómo le va en Moscú?

--Bien, aquí estoy en casa, viendo Canal Plus.

--¿Cómo es eso?

--Me traje el codificador y giré la antena. Yo pago en España como un abonado más. Pero lo veo aquí. La 1, la 2, la 3... La verdad es que en casa me olvido de que estoy en el extranjero. Lo malo será si tengo algún problema y tengo que llamar a atención al cliente... (risas).

--¿Ha aprendido ruso?

--Algo sí que aprendes, pero es muy difícil. Aquí hay que echarle horas, no es como el italiano o el portugués.

--¿Se maneja al menos para la vida cotidiana?

--Estoy todo el día con los brasileños del equipo y, además, tenemos un traductor. Es lo malo, que como no tienes necesidad, no aprendes tanto. Además, es otro alfabeto. Aunque yo voy leyendo por la calle los letreros e intento traducirlos.

--¿Qué significa Lokomotiv?

--Loko es tren. Locomotora será. El dueño del club es el de los trenes de toda Rusia.

--¿Se ha adaptado bien a la vida en Moscú?

--Sí, sí. Vivimos junto a los brasileños, somos vecinos, y hemos hecho mucha relación, también entre las novias.

--¿Cuántos atascos ha cogido ya en Moscú?

--Ufff. Bueno, las nuevas tecnologías ayudan bastante para saber cómo está el tráfico, y también son días y horas en concreto. Para ir al centro no tengo muchos problemas, estoy a cinco paradas de metro de la plaza Roja. Vivimos en un bloque de apartamentos, en una urbanización, donde estamos todos los extranjeros del equipo. Son bloques parecidos a los que puede haber en cualquier ciudad de España, aunque no tienen nada que ver con muchas de las otras casas que se pueden ver. Ésas tienen una puerta de chapa y luego una zona común que está hecha un desastre, da pena. Luego, sin embargo, las casas por dentro las tienen fenomenal.

--¿Ha encontrado el oro de Moscú? Se habla mucho de esas noches de lujo y diversión...

--Yo no he salido por la noche. No lo he hecho en ningún sitio y no lo quería hacer aquí tampoco. Solo falta que salga un día y que me pongan el cartel. Mi novia sí ha salido, he visto fotos y es la leche... Una vez estuve en un restaurante y cuando estaba acabando de cenar ya ponían luces y música de discoteca y... ufff.

--¿Ufff?

--El nivel que hay de mujeres es increíble (risas). Lujo se ve mucho, aunque luego en el metro es donde se ve la realidad. Es un contraste porque se ven muchos Ladas pero también muchos Porsches Cayenne, que parece que los regalan. Por no hablar de cómo conducen. Se pueden poner vídeos en internet y flipas. Por ejemplo, el arcen lo utilizan como otro carril.

--Después de tres años y medio fuera de España, ¿ya se ha acostumbrado a vivir en el extranjero?

--El primer año, cuando fui a Italia, me agobié más. Ahora ya sabes que vas a encontrar apartamento, que te vas a hacer a la vida... Lo que sí que me apetecía era estar más tiempo en un mismo sitio. La experiencia de ir a diferentes países está muy bien, pero también merece la pena repetir y asentarte.

--Es decir, que el pasado verano ya pensaba que le tocaba cambiar otra vez.

--Sí, claro. Porque el entrenador que me trajo a Rusia (José Couceiro, con el que coincidió en el Sporting de Lisboa) ya no estaba. Pero el nuevo técnico (Slaven Bilic, exseleccionador de Croacia) me dijo en cuanto llegó que contaba conmigo, que le habían hablado fenomenal de mí.

--¿Cómo se apaña con la comida?

--Bien. Hay restaurantes españoles, aunque yo normalmente como en la Ciudad Deportiva. La comida, eso sí, es muy calórica, imagino que debido al frío.

--¿Cómo es el día a día en el Lokomotiv? ¿Es parecido a España?

--No, nada que ver. Llego a las 10 de la mañana a la Ciudad Deportiva, que solo utiliza el primer equipo y es donde dormimos antes de los partidos. Allí cada jugador tiene su habitación y haces vida todos los días. Por las mañanas vas a coger la ropa a tu sitio, donde hay una taquilla y un sofá que solo usas a últimas hora para atarte las botas, y te subes a tu habitación. Es como una habitación de hotel en la que tienes de todo. Claro que no hay esa vida de vestuario como en Europa. Cada uno va a su rollo. Luego, después del entrenamiento, se pasa por la piscina cubierta, la sauna o el jacuzzi, pero la gente tampoco se ducha allí. Cada uno va a su habitación. Después bajas a comer con una familia que es la que se encarga de todo e incluso se interesa por saber qué cosas te gustan más para cocinártelas. De la comida típica rusa hay alguna cosa que pruebo, como las sopas, aunque no dejo que me echen nata agria. Y eso que se empeñan.

--¿Cómo lleva el frío?

--Ahora se está bien. Estamos a 1 o 2 grados. Seguramente se está mejor aquí que en Zaragoza si está pegando el cierzo.

--¿Cómo es la relación con los compañeros?

--Muy buena. Estaban el portero Guilherme, que es medio capitán, y Maicon cuando llegamos Caicedo y yo. Nos enseñaron las cosas básicas del día a día y eso me ayudó muchísimo. También me favoreció que el entrenador que me fichó hablaba todo en portugués.

--¿Y ahora cómo se entiende con el entrenador?

--Él habla en croata, hay uno que lo traduce a ruso y luego está el traductor, que se pone entre nosotros y lo chapurrea en portugués. Al final es un problema porque el mensaje no llega igual.

--¿Con los jugadores rusos tiene también relación?

--Son más serios, menos expresivos. No sé si es porque no ven el sol, por el frío o por qué, pero son diferentes. Igual uno te está diciendo que eres un gran profesional o que le caes muy bien, pero lo hace de tal manera que parece que te esté insultando.

--¿Qué le pasa con esa lesión?

--El año pasado estuve jugando con muchas molestias en el abdomen. Me dijeron que tenía una hernia inguinal que se acabaría cuando me operara. Esperé al último partido, dos días después me operaron en Roma, hice la rehabilitación y todo fue bien hasta que llegó el momento de comenzar. Había entrenador nuevo, con siete mediocentros y 26 jugadores en la plantilla. Así que decidí arriesgar para empezar jugando. Y lo conseguí. Jugué los primeros cinco partidos, aunque desde el primer día tenía unas sensaciones muy raras. Fui aguantando hasta que me empezó a doler el pubis otra vez. Me dijeron que tenía un edema y que tenía que parar. No quise, pero una semana después ya no aguanté más.

--¿Qué diagnóstico le han dado?

--Esa es la pregunta del millón. Me dicen que el año pasado me aguantaba todo el aductor y que, al operarme, he perdido la fuerza ahí y no hay nada que me aguante. Digamos que te descompensas, como si quitas una parte de una marioneta. Pero sigo teniendo dolores y ya llevo casi tres meses parado. Y sigo igual. Así que tengo que volver a hacerme pruebas y esperar. Me va a venir bien el parón. Aquí se detiene la Liga el 9 de diciembre y no se vuelve a jugar hasta marzo. En este tiempo tengo que lograr recuperarme, por lo menos para volver a entrenar con normalidad. Luego ya pensaré en jugar. Tengo confianza y sé que, si estoy bien, voy a jugar.

--¿Tiene ganas de marcharse de Rusia a un fútbol más cercano?

--No, no. Estoy bien. Ojalá esté muchos años aquí. He pasado cuatro meses sin ver a mis padres, pero con las tecnologías ahora no se echan tanto de menos las cosas. Tengo la tele en español, hago llamadas, videollamadas... No estoy a 5.000 kilómetros, estoy más cerca.

--No tan cerca como para comprar jamón en la esquina.

--Bua! Aquí cuesta 500 euros el kilo. En un supermercado ponen las bandejas de 70 gramos a 50 euros. A Guilherme, que le gusta mucho, le dije que dejara de comprar y le traje. Me daba pena que se gastase ese dinero.

--¿Qué me dice del fútbol ruso?

--Tienen unas instalaciones y unos recursos económicos impresionantes. El fútbol ha crecido mucho en los últimos años, pero el juego sigue siendo muy diferente. Ocurre en todos los países. Igual el Atlético de Madrid juega la Liga italiana y lo pasa mal para estar a media tabla. Por muchos factores. Juegan a las 3 de la tarde, el césped está alto, juegan a un ritmo impresionante...Aquí también hay jugadores buenos, pero les costaría jugar fuera de Rusia.