Cosas de nuestra contemporaneidad, parece como si la filosofía del partido a partido se hubiera inventado ayer. Ya en los años 20 y 30 del siglo pasado, debajo de un característico bombín, pipa en boca y mientras revolucionaba el fútbol del Athletic en Bilbao con dos Ligas y cinco Copas, Fred Pentland acuñó una frase, que adaptada a cada tiempo, ha hecho fortuna con el paso de las décadas y ha resistido la evolución de este bendito deporte. «El partido más difícil es el del domingo que viene». Con el inglés nació la costumbre de llamar míster a los entrenadores. No tardó mucho Lucas Alcaraz desde su llegada a Zaragoza, a las primeras que vio que el equipo no reaccionaba de acuerdo a sus previsiones, en unirse a la corriente del partido a partido. En sus declaraciones iniciales pronto convirtió el ascenso directo en un imposible, pero no cerró en ningún momento la puerta de la promoción. En aquel momento, la distancia al playoff era realmente estrecha, nada que ver con la lejanía con la que se observan esos puestos ahora.

Dos meses después de su bautizo en la ciudad, el entrenador andaluz acude a La Coruña con cada encuentro convertido en más importante que el anterior por obra y gracia de las derrotas y empates anteriores, con el Real Zaragoza convertido en un mar de dudas, con todo tipo de problemas de índole futbolístico y con la moral en decadencia. Hoy puede debutar Guitián para ayudar a resolver alguno de esos problemas.

Sabiendo que los campanazos han empezado a sonar sobre el signo de su destino, Lucas Alcaraz juega hoy el partido de cada domingo, el más difícil, uno de esos que delimita el ser o no ser en su profesión.