Los focos en las horas previas al partido de Málaga iluminan hacia la portería del Real Zaragoza, donde la sombra de Cristian Álvarez volverá a revolotear por encima de la figura de Ratón a pesar de que la estadística le echa una mano, y hacia Haris Vuckic, ausente de nuevo en una convocatoria con el mercado de invierno ya cerrado y tras su negativa a hacer las maletas en busca de una suerte mejor y otro destino. Una vez que el partido comience en La Rosaleda, con el equipo aragonés caído momentáneamente a la zona de descenso tras la victoria del Cartagena sobre el Oviedo, las luces se girarán sobre el césped, donde el Zaragoza buscará su primer triunfo fuera de casa de la temporada, salvedad hecha del conseguido en los despachos en Alcorcón, y enlazar dos victorias por primera vez con todas las de la ley.

Y, sobre todas las cosas, señalarán hacia el frente ofensivo del Real Zaragoza. Con el armazón defensivo bien estructurado, 22 tantos encajados en 23 partidos, el principal lastre del equipo está en el ataque. Le cuesta muchísimo ganar porque le cuesta un mundo producir goles (marca a razón de 0,6 por jornada). Juanjo Narváez se ha quedado prácticamente solo en esa empresa, a pesar de que sus goles siempre generan puntos. Con seis celebraciones ha ayudado a sumar trece, contra el Albacete, el Girona, el Fuenlabrada, el Logroñés y en la visita de la Ponferradina al estadio de La Romareda.

No es suficiente. El colombiano necesita ayuda. Principalmente de Álex Alegría, fichado para esa misión en la última ventana, del Toro, al que se le siguen concediendo oportunidades, de Azón y de todos los integrantes de la segunda línea. También de los centrales en las acciones a balón parado. De todos. En ello le va el futuro al Zaragoza.