—Sus inicios son en la cantera del Racing de Santander.

—Sí, llegué con 13 años al Infantil A del Racing. Antes jugaba en el equipo de mi pueblo, en el Liébana. Hice un campus en Santander, el de Quique Setién, y ya me dijeron si quería bajar a entrenar con el Racing. Nos llamaron a la vez a mi hermano y a mí y mis padres hicieron el esfuerzo, porque eran tres días a la semana más el de partido para llevarnos y traernos en el coche.

—¿Siempre fue central?

—Qué va. En el Liébana jugaba de delantero y después fui bajando porque me verían mil limitaciones para estar en el ataque. No creo que fuera el único al que le pasó eso, de críos todos queremos ser delanteros, pero después llega la selección natural.

—Su debut en Primera con el Racing fue con Marcelino, en la temporada 10-11.

—En su segunda etapa en el Racing. Me conocía de categorías inferiores porque siendo yo cadete y juvenil estaba en la residencia del club y muchas mañanas que necesitaban gente me llamaba para entrenar. Debuté ante el Mallorca y de titular. Marcelino ha sido muy importante en mi carrera y también para el Racing. Cuando volvió estábamos en crisis y consiguió salvar al equipo. Es un entrenador muy meticuloso con el trabajo. En el campo y en las ideas tácticas es muy bueno. De los mejores que tuve.

—Ese año se salvan, Marcelino se va y al siguiente llega el descenso. ¿cómo fue su fichaje por el Zaragoza?

—Tuve alguna oferta más, pero aposté por el Zaragoza. En el Racing y allí fui creciendo como jugador, pero también fueron años duros. En Santander me tocó vivir la llegada del mítico indio Ali Syed que sonó por todos los lados. Era todo mentira y no tuvimos recursos para nada. Me decidí por el Zaragoza y también fui un poco engañado en el aspecto deportivo porque todo lo que se prometió no se dio así. Qué voy a contar que no se sepa de los problemas que hubo deportivos y financieros allí por la gestión del máximo accionista.

—Agapito Iglesias...

—Tuve un indio en Santander y pasé a un persona en el Zaragoza que lo hacía. Más o menos está bien descrito así.

—El Zaragoza pagó un millón por el 70% de su pase. ¿Y el otro 30% de quién era?

—No estoy muy seguro aún y sé que hubo polémica, pero yo diría que el Racing no se quedó con nada y que fue parte del pase del propio Agapito. En esos tiempos se hicieron muchos chanchullos, cosas muy extrañas que no sé a qué puerto llegaron y cómo acabaron. Lo que sí recuerdo es que fue un alivio cuando terminó esa situación en el verano del 2014.

—Al llegar usted el equipo arranca bien en esa temporada 12-13.

—Sí, recuerdo de ganar en San Mamés antes de Navidad e irnos al parón con muy buenas sensaciones. El equipo funcionaba bien, pero entramos en un bucle de derrotas, los resultados no llegaban y todo lo que rodeaba al club no era bueno. Así, vino una situación difícil de la que no supimos salir y se produjo ese descenso. Cuando se dan tantas circunstancias para que todo salga mal termina por salir peor.

—Para usted era el segundo descenso seguido. ¿Cómo lo vivió?

—Menudo palo. Se me pasaba por la cabeza todo ya, hasta si era gafe. Gracias a Dios después en el Espanyol, en el Villarreal y ahora en Marsella he podido disfrutar.

—Loovens y Paredes eran sus compañeros habituales en aquella zaga en Primera.

—Con Glenn he tenido algún contacto después y con Paredes hablo con frecuencia. Y en Segunda jugué mucho con Laguardia, con el que guardo muy buena relación y nos hemos enfrentado muchas veces después. Ha hecho una gran carrera en el Alavés. Creo que muchos jugadores que pasamos por allí esos años tan malos después hemos crecido en el rendimiento. Y Lagu es un gran ejemplo de ello, sin duda.

—No era mala esa pareja en el eje con Álvaro y Laguardia...

—Si le dices a un equipo de Segunda ahora mismo de tener esos dos centrales creo que firman todos y estarían bastante satisfechos. Éramos más jóvenes y la experiencia te da muchas cosas, pero en todo caso el club y su entorno no nos ayudaron nada.

—¿Recuerda su único gol en Primera con el Zaragoza?

—Por supuesto, de cabeza ante el Deportivo. Ganamos 5-3 y probablemente fue uno de los mejores partidos de aquella temporada.

—Manolo Jiménez fue su primer entrenador aquí. ¿Qué recuerdos le quedan de él?

—Fue un hombre honesto, sé que sufrió mucho y no se le dijo en ningún momento la verdad del proyecto que iba a tener tras haber salvado al Zaragoza de una situación crítica. Lo pasó muy mal, pero fue una de las tantas personas que les sucedió lo mismo. No terminaría la lista de los que lo pasaron mal, también un gran tipo como Paco Herrera, que sufrió muchísimo en Segunda con nosotros. Había muchos que no se merecían la situación tan triste, deportivamente y en general.

—Tras bajar llegó Jesús García Pitarch a la dirección general. Y la inestabilidad siguió, ¿no?

—Fue una época durísima, en el vestuario lo pasamos mal, con despidos o gente apartada, creando una inestabilidad que perjudica mucho a un equipo. Hubo cosas impensables. Yo después he estado en otros clubs y todo eso que viví en el Zaragoza está muy lejano a lo que me rodea ahora.

—Muchos piensan que el club, que Pitarch, despidió a Movilla, Paredes y José Mari para dinamitar ese vestuario. Cuando lo hizo, en Navidad, el equipo estaba cerca del ascenso directo.

—No lo sé si fue por eso. Lo que está claro es que se hicieron cosas que desequilibraron el grupo. Eran futbolistas con los que habíamos compartido tiempo y a los compañeros no nos gusta que pase eso, porque también piensas que el siguiente puedes ser tú. No se hicieron las cosas bien y las palabras que nos llegaban de arriba eran sin ningún tipo de aprecio, sin valorar a las personas, ya que ahí éramos simples números en los que se movía el club.

—Todo eso no deja en buen lugar a Pitarch.

—Hablé con él tras todo aquello, tuvimos discusiones. Recuerdo que después de ganar el Europeo sub-21 no se me trató bien, quise buscar una solución con mi estado y mi contrato. Yo no quería seguir sufriendo con el fútbol y lo que notaba allí, como el resto de mis compañeros, era que éramos peones que se nos movían y se nos contaban muchas mentiras.

—¿Se quiso marchar tras el descenso y después de lograr el Europeo sub-21?

—Se plantea esa salida, sí, pero en unas condiciones que no se puede dar en ningún caso, que era que perdonara yo parte de mi año trabajado, algo que ni como futbolista ni como persona puede ocurrir. Me vi entre la espada y la pared y decidí seguir en Segunda, al final de esa temporada ya no sé a qué acuerdo llegaron para que me fuera al Espanyol. Fueron años muy complicados en los que se jugó con nuestro trabajo. Además, yo también terminé perdonando mucho dinero en el Zaragoza y eso hay mucha gente que tampoco lo sabe.

—¿En qué sentido?

—No me gusta hablar de cifras y menos en el momento que vivimos ahora. En Santander yo llevaba un año en la élite, tuve un contrato profesional de alguien que subía de la cantera. A mí se me obligó a bajarme la cantidad y a perdonar mucho dinero si quería salir. Cuando estaba sufriendo tanto y mi familia aún más que yo, me vi obligado a eso para irme a otro sitio y buscar estabilidad y tranquilidad. Tuve que renunciar a cosas para disfrutar del fútbol, que es muy bonito. Algo que pude hacer después.

—Ya en el Espanyol.

—Claro. Y en el Villarreal, donde logré objetivos europeos. Fueron años de tranquilidad tras lo vivido en Santander y Zaragoza.

—¿El sabor que le queda de Zaragoza es solo amargo?

—No, el recuerdo general es bueno porque la ciudad me encantó, siempre que venía de Villarreal paraba a comer con amigos. La Romareda es un gran estadio, con un público especial y exigente a la vez, una afición que si le das lo que hay que dar te devuelve mucho, algo que se está viendo claro este año para volver a Primera. Es una ciudad muy futbolera. Mi lamento es que esos años no pude disfrutar de todo eso por el mal momento de la institución. Pero no guardo rencor a nada ni a nadie. Yo ahora mismo he firmado cuatro años en el Marsella y si Dios quiere acabaré ahí doce temporadas de carrera profesional. Otros que estaban en esa época en el Zaragoza y que no se portaron bien están donde tienen que estar y no sé nada de ellos. La vida pone a cada uno en su sitio.

—¿Aquel paso fue un aprendizaje de la cara mala del fútbol?

—Gané esa experiencia en momentos duros que me sirvió después para llevarlos mejor y ser cauto. Me hizo crecer y afrontar cualquier problema de una manera mucho más sensata.

—Casi no hace falta preguntarle pues por si volvería...

—Pues ojalá pudiera hacerlo, me encantaría conocer ese estadio en situaciones buenas, mejores de las que viví. Volver a esa grada o a jugar. ¿Por qué no? Nunca se sabe en el fútbol. Sé que la ciudad no me guardará rencor, yo era un chico de 21 años que hizo las cosas lo mejor posible en un momento delicado. Tengo muchos amigos en Zaragoza y le deseo lo mejor como equipo para que vuelva a donde todos queremos, a jugar con los mejores.

—Antes del parón de todas las ligas parecía que estaba en el camino de volver a Primera.

—Lo veía como favorito a subir. Estaba en una buena dinámica, con fútbol y grandes sensaciones. Hablo con Guitián, que jugó conmigo en las categorías inferiores del Racing y me dice que hay una plantilla muy equilibrada y que se sienten fuertes. Y siguiendo los partidos se ve que saben lo que hacen. Volver a Primera es muy importante para ese club y lo necesita, porque desde aquel año que bajamos han sido temporadas muy difíciles.

—Fue campeón de Europa sub-21 y no ha llegado a la absoluta. Con 30 años, ¿tiene esa meta?

—Esta temporada el sueño se me despertó otra vez. En Marsella me estoy encontrando bien, juego todo en un equipo que va segundo tras el PSG, me veo a buen nivel individual y colectivo… Mientras tenga edad para ello por mí no va a quedar.

—¿Cómo vive la situación por el coronavirus en Marsella?

—El confinamiento ya es igual que en España. Todos nos hemos dado cuenta de que esto va muy en serio y que es un problema gravísimo Lo mejor es quedarse en casa y yo he ayudado en todo lo que he podido en mi tierra, en Cantabria, y ofreciendo toda mi solidaridad. Esto hay que revertirlo cuanto antes.

—¿Y la competición?

—Lo importante es la salud. Cuando esté superado y se pueda acabar sin riesgos, pues adelante. A mí me gustaría que se jugaran todas las competiciones, nosotros estamos en Champions y quiero cumplir ese sueño. Dependerá de cuánto dure esto, pero si tenemos por ejemplo que reducir vacaciones y comprimir todo pues hay que acatarlo y hacerlo, como han hecho en otros trabajos.