--Aterriza en La Romareda en el verano del 2003, nada más lograr el Zaragoza el ascenso....

--Yo tenía muy claro que quería jugar en el Zaragoza. Había ido del Sao Paulo a Las Palmas, que estaba entonces en Primera División, pero el tercer año allí fue terrible. No cobrábamos y había una mala situación. Entonces era un chico muy joven y cuando me llama el Zaragoza no lo pensé, era un club que salía de Segunda y que estaba renovando su plantilla tras el ascenso. Vine lleno de ilusión, en una plantilla donde se mezclaron jugadores veteranos y jóvenes, como mi caso, el de David Villa, Gabi Milito, Leo Ponzio... Y con la expectativa de mis opciones de llegar a la selección brasileña.

--Tres temporadas, hasta el 2006, 102 partidos oficiales como zaragocista. No está mal.

--El Zaragoza me abrió una puerta muy grande. Fueron mis tres temporadas principales en Europa. Aún digo más, el Zaragoza ha sido el máximo en mi carrera en todos los sentidos.

--¿Quién le convence para que venga al Zaragoza?

--Pedro Herrera y Miguel Pardeza fueron muy importantes. El primero con el que hablo es con Pedro Herrera y estaban los dos en la primera reunión con mi representante. Siempre recuerdo la sonrisa inconfundible de Pedro y Miguel, al contrario, muy serio, pero para mí hicieron un muy buen trabajo.

--Su primer entrenador fue Paco Flores, que había logrado subir con el Zaragoza en la 02-03

--Solo estuvo media temporada. No tuvo suerte, porque a David Villa, por ejemplo, le costó arrancar, pasó siete jornadas sin marcar, a mí y a Gabi nos costó empezar a entendernos atrás, y Savio y Ponzio eran también recién llegados. Era un Zaragoza en formación tras el ascenso y pagó un poco eso.

--Le sustituye Víctor Muñoz.

--Es el gran recuerdo que tengo a nivel de entrenador en Zaragoza, sin duda. Cuando empiece a trabajar en Brasil como técnico, que ya tengo el título, seguiré muchas de las cosas que recuerdo de Víctor. Me hizo aprender mucho, a jugar en una línea de cuatro, a hacer las basculaciones, los movimientos...

--Víctor llega en enero, también Dani y Movilla, y en marzo ganan la Copa del Rey al Real Madrid de los Galácticos....

--¿Sabe? El mejor recuerdo que tengo es la charla en una habitación la noche anterior. Estaba en la habitación de otro compañero y llegó Gabi. Era la una de la mañana, se sienta y me dice: "Negro, déjame decirte una cosa, todos creen que vamos a perder, pero vamos a ganar, vamos a creerlo, vamos a hablar en el vestuario para salir al campo y ganar". Y ganamos al Madrid de los Beckham, Zidane, Raúl, Figo...

--¿Es el mejor recuerdo de su carrera futbolística lograr aquella Copa del Rey en Montjuïc?

--Sí, sin duda. Yo salí campeón en Brasil con Internacional de Porto Alegre y con Flamengo, pero aquella Copa lo supera todo. La imagen de los compañeros celebrando el título se me queda en la mente y se lo cuento a mis dos hijos, que ya juegan al fútbol. Tenemos el vídeo en casa, se lo pongo muchas veces, solo para recordar ese partido que ha sido histórico.

--Y de la celebración de ese título, ¿qué recuerda?

--Sobre todo, el recibimiento posterior de la afición, al llegar a La Romareda al día siguiente con la Copa, toda la gente que había, las caras de felicidad. Esa imagen es imborrable.

--También lo será aquel gol suyo a Osasuna que supuso la permanencia en esa temporada 03-04.

--Por lo que supuso, fue uno de los más importantes de mi carrera, y eso que sigo marcando bastantes goles para ser un defensa. Se lo cuento a mis compañeros de equipo en el Linense y me dicen que es imposible que yo haga un gol así, un disparo raso, con la zurda. Yo no sé cómo lo hice o qué hacía ahí para marcar de esa forma... (sonríe).

--Usted y Gabi formaron una muy buena pareja de centrales, con mucha compenetración.

--Mire, éramos los dos bajitos para ser centrales, Gabi, 1,78, yo, dos centímetros más. En la Liga española hay muchos delanteros que son muy grandes, casi monstruos de altos, pero hacíamos una pareja que funcionaba muy bien, por arriba, por abajo, por la velocidad, por la motivación, por la agresividad. En Brasil hay también una filosofía de defensores altos, pero cuando sea entrenador en mi cabeza está tener a dos defensas en el centro agresivos y rápidos. No conozco a todas las parejas de centrales que han pasado por Zaragoza, pero creo que la mía con Gabi Milito ha sido una de las mejores de la historia, de las más importantes.

--Ustedes también tenían muy buena relación fuera del campo. Eso ayuda para que una pareja de centrales funcione mejor...

--Es cierto. Con él mantengo el contacto, me mando alguna vez whatsapp. Siempre tuve una gran admiración por Gabi, por su personalidad, por su carácter. Su historia es tremenda. Por cómo salió del Madrid para ir al Zaragoza. Si le dijeron que no podía jugar muchos partidos por su rodilla y ha sido uno de los futbolistas que más encuentros disputó en aquellas temporadas en el Zaragoza... Él les quitó la razón con su fútbol.

--De aquel vestuario, Delio Toledo y Savio eran sus mejores amigos.

--Es verdad. Con Savio mantenemos la relación, nos encontramos a veces, aunque vive en otro estado de Brasil. Con Delio he perdido el contacto, pero también era muy buen amigo, como con el resto de los componentes de aquella línea defensiva.

--En agosto del 2004 culminan un gran año con la Supercopa.

--Perdemos por 0-1 con el Valencia el primer partido en La Romareda y nadie, de nuevo, esperaba que lográramos aquel título. Y yo además marqué el tercer gol. Fue una noche de felicidad muy grande, no tan mágica como la de Montjuïc, pero se quedó grabada en mi mente.

--En la siguiente temporada, en la 04-05, el Zaragoza le da la oportunidad de jugar en Europa y, en el verano del 2006, usted se marcha al Levante.

--Creo que Pedro y Miguel esperaban más de mí y les fallé. Llegó un técnico nuevo (Víctor Fernández), que trajo un defensor, Sergio, y yo entendía que no iba a ser el titular. No quise quedarme, no quería ser suplente, y fue uno de mis grandes errores, de los mayores que cometí en España. Pedro y Miguel me dijeron que me quedara, que iba a jugar, que estaría en el Zaragoza hasta el final de mi carrera, Gabi también me dijo que siguiera, que llegaría la oportunidad. Pero no quise escucharles y me fui al Levante. Hice buenos partidos allí, fue una experiencia bonita, pero no debí haber salido. Hasta hoy me sigo arrepintiendo.

--Antes de irse, el Zaragoza volvió a jugar una final de Copa ante el Espanyol tras una trayectoria impresionante, eliminando al Real Madrid y al Barcelona.

--Por la trayectoria y los méritos que hicimos, debimos haberla ganado. Pero no lo logramos. Nunca lo he hablado con Gabi Milito después y hoy puedo hacerlo, porque ha pasado tiempo. Cuando Ewerthon llegó empezó un conflicto con Diego Milito, más por parte de Ewerthon, porque Diego era muy tranquilo. Era una rivalidad, celos por ver quién marcaba más goles y eso me distanció de Gabi porque yo defendía a Ewerthon y él, a su hermano. Tengo la sensación que pasó eso y no supimos administrarlo. Esa unión que había entre ambos se separó y aquello nos perjudicó en la final.

--En la final el vestuario también llegó fragmentado por la decisión de Víctor de mantener en el once a Óscar y no poner a Savio. Usted, por ejemplo, quería que jugara Savio.

--Fue un error por nuestra parte, Víctor tenía razón. Savio estaba viviendo problemas y le estaban afectando, yo como entrenador hoy haría lo mismo. Yo no pensaba así en ese momento, creía que Savio, por su calidad y en una final, debía jugar, pero estaba equivocado. Víctor tuvo toda la razón. Y, sí, perdimos. Por una serie de cosas, por la misma fatalidad que puede tener un partido, porque Tamudo y Luis García estuvieron muy bien o porque no siempre se puede ganar. Pero Víctor hizo lo correcto.

--Antes de caer en aquella final hicieron un encuentro para la historia, el 6-1 al Madrid.

--Como para no olvidarlo... Si rematé al palo de cabeza al final el que hubiera sido el séptimo. Fue impresionante. Una de esas noches en las que todos los que jugamos, los 11, o los 18 que estaban convocados, estuvimos perfectos. Todo se dio para bien y el Madrid lo pagó.

--¿Quién fue el mejor jugador que tuvo de compañero en el Zaragoza en aquella época?

--No sé, podría decir muchos. Villa, los Milito, Savio, Ewerthon... Hasta Toledo, que tenía sus limitaciones pero era un defensor impresionante. No pasaba ni el aire por su banda. O Galletti, con el que también he perdido contacto, pero era un futbolista de mucho nivel, el que marcó aquel gol histórico en la final contra el Madrid. De todas formas, le digo una cosa, la fuerza de aquel Zaragoza estuvo en el conjunto.

--En aquellos años, usted, en sus relaciones con el club, también se expuso mucho, por su carácter. ¿Aún recuerda la dura negociación por las primas?

--Yo he sido siempre de ir de frente, aquella negociación me perjudicó porque yo no me callaba. Gabi me decía que estuviera tranquilo, que no podía ser tan agresivo. Jerónimo Suárez y el presidente Alfonso Soláns hicieron una gestión muy controlada con la realidad del club. Cuando lo vives como futbolista es más difícil de entender, pero ahora con el paso de los años ves que es lógico que los clubs intenten reducir y controlar el gasto. Pero, en ese momento, Álvaro era pura fuerza y se peleaba con todo el mundo.

--¿Sigue practicando capoeira? Era una de sus aficiones favoritas cuando estaba aquí.

--Sí, mucho. Tengo que entrenarme más que cuando era más joven y estar en más forma, por lo que practico con más intensidad, porque me ayuda a estar a punto físicamente.

--También era muy religioso, de la Iglesia Evangelista. Hasta tocaba la guitarra en las celebraciones.

--Ahora soy mucho más practicante, yo decía en aquella época que era Evangelista, pero realmente no lo era, ahora sí lo soy. Intento estar con la gente, ayudar a los más desfavorecidos, sigo con mi guitarra en las celebraciones.... Cuando estaba en el Zaragoza iba a la iglesia, pero ahora lo vivo mucho más, con mi mujer, con mis hijos, para la educación de ellos. Es muy importante para su formación como personas, para que sientan la palabra de Dios, la fe.

--¿Cuántos hijos tiene?

--Dos. Uno de 13, Álvaro Calebe, y otro de 9, Luiz Gabriel. Por cuándo nacieron, siempre digo que uno es canario y otro es maño (sonríe).

--Con 37 años aún está jugando al fútbol al máximo nivel en el Linense. ¿Hasta cuando?

--No sé, yo me siento muy bien.... La Liga Paulista empieza en febrero, igual después, cuando acabe, me quedo como entrenador, en el cuerpo técnico de mi equipo ahora. Mi futuro está en el banquillo, quiero que sea así. Sigo aprendiendo y disfrutando jugando, pero la edad está ahí. Y ya me he preparado para dar ese salto de jugador a entrenador.

--Usted se marchó del Zaragoza nada más llegar Agapito Iglesias. ¿Desde la distancia, como ha vivido estos ocho años que acabaron el pasado verano?

--Con tristeza. Es verdad que hace mucho que no voy a esa ciudad, pero el Zaragoza está en mi corazón y he sufrido desde lejos todo lo que ha vivido, los descensos, los problemas... Me enteré de que estaba a punto de desaparecer. Yo nunca imaginé que el Zaragoza que yo viví pudiera pasar por tantos problemas, que llegara a eso. Creo que falló en la apuesta, tenía que haber seguido con la idea de fichar jugadores jóvenes y con proyección, como David Villa, Gabi Milito, Ponzio o yo, para que crezcan en el Zaragoza. Después, fichó a futbolistas con salarios muy importantes y creo que se equivocó.