En aquel Osasuna de Pedro Mari Zabalza las flores eran para otros. Para Urban, para Sola, para Martín Domínguez, para Bustingorri... Ángel Martín González no era un jugador virtuoso. Mediocentro defensivo, de generoso despliegue físico, muy ordenado tácticamente y de pase fácil. Un obrero del fútbol que hizo carrera en Primera División por su capacidad de especialización y por entender perfectamente cuáles eran sus virtudes y cómo sacarles partido. Los titulares de prensa siempre eran para sus compañeros, pero el trabajo de infantería lo hacía él. Así era como futbolista y así es como director deportivo. Discreto, sin hacerse notar pero importante, y con un aire de normalidad inusual en su negocio. Y con un profundo conocimiento de su oficio, como cuando era un abnegado mediocentro. Un hombre reputado en el fútbol español, imperceptible para la mirada colectiva, que se gana el pan con el sudor de su frente y que se defiende solo con su trabajo.

Martín González ha liderado en primera persona la reconstrucción de la plantilla del Real Zaragoza en un tiempo récord. En un mes ha levantado un edificio casi nuevo sin apenas dinero para este año (algunos de los contratos de larga duración sí tienen sustanciales aumentos de ficha a partir del segundo ejercicio), pero con criterio, lógica deportiva y sentido común. Al cierre del mercado ha puesto a disposición de Víctor Muñoz un equipo competitivo, sin vacíos flagrantes y con capacidad para aspirar al ascenso. En la configuración de la plantilla se percibe un sello personal: ha apostado mayoritariamente por jugadores que sepan usar los pies y que no estén en riña permanente con el balón, sea cual sea su puesto.

En el estrato de mercado en el que este Zaragoza está obligado a fichar por rango financiero, Martín ha huido del modelo de jugador que solo se dedica a correr y que es incapaz de encadenar dos pases, tan al uso en tiempos cercanos. Ayer cometió su principal desliz: aprobar la cesión de Adán --veremos qué ocurre al final...-- contra la voluntad popular antes de tener la certeza de que la LFP daba el visto bueno económico a Chuli. Pero el equipo está bien configurado. Incluso con el sabor amargo del caos de anoche, el trabajo de Martín deja un regusto dulce.