--El Zaragoza llega al partido con 13 puntos de 18 y el Sabadell con 8 jornadas sin perder. Son dos buenas dinámicas...

--Los buenos momentos son cuando te alejas de abajo y en eso estamos los dos equipos. Nosotros vamos creciendo, siendo más sólidos con la pelota y sin ella. Nos espera un partido muy exigente ante un Zaragoza que ha mejorado mucho desde la llegada de Juan Ignacio Martínez y que está sacando resultados, como era de prever viendo su potencial.

--Al Sabadell le costó arrancar.

--Y tanto... Es que no se puede empezar peor a nivel de resultados con cero puntos de 15. El primer punto lo sumamos en Zaragoza. Merecimos más al comienzo, poco a poco hemos ido cambiando, cada pieza ha ido entrando en su sitio y hemos mejorado. Aun no es suficiente, tenemos que seguir apretando los dientes, sabiendo que nos queda mucho camino.

--La diferencia entre el Sabadell y el Zaragoza es que ustedes ya sabían que su pelea iba a ser esta, la de la salvación.

--En nuestro caso éramos conscientes de que íbamos a estar ahí. Para lo que está hecho el Zaragoza no soy seguramente el más indicado para decirlo.

--Por historia, por nombre o por club solo puede estar hecho para subir, ¿no?

--Por esos motivos desde luego. Pero esa es su aspiración y la de muchos otros equipos de Segunda. El potencial de esa plantilla es muy alto, con jugadores como Juanjo Narváez, Bermejo, Eguaras, Vigaray, Alegría, la inversión que hicieron por el Toro, Francho, Francés o Chavarría, que me gusta mucho y lo conozco bien del Olot. Esos son futbolistas diferenciales, pero hay otros rivales que también miran esos puestos altos y que han hecho las cosas mejor esta Liga.

--El Zaragoza anduvo listo con Chavarría, era un jugador cotizado en Segunda B.

--Bueno, andar listo o no depende de muchas cosas. Un club como el Zaragoza, por historia y por nombre, ya tiene mucho ganado para firmar a un jugador como él. La decisión es arriesgarse. Y lo hizo.

--¿Qué le llamaba más la atención del mal comienzo que tuvo el Zaragoza en la temporada actual?

--Hay que remontarse a un poco antes. Lo que le pasó tras el parón por la pandemia no es nada normal, porque el equipo iba como un tiro, con el estadio lleno y después no funcionó, no le salieron las cosas. Seguramente que eso tuvo su peso al comenzar este año. Y la exigencia en ese club es muy alta, no es fácil convivir con esa presión, lo sé por mi experiencia, y cuando tienes tanta los jugadores no rinden igual.

--Su experiencia es pasar por el club en el 2008, tras el descenso y de la mano de Marcelino, pero solo estuvo seis meses. ¿Qué recuerda de aquello?

--Que hay momentos en la vida que no salen las cosas. Venía de ser muy importante en el Málaga, en la mediapunta haciendo goles en un puesto que era más adelantado de lo que Marcelino quería en el centro del campo. Por mis características no tenía tanta cabida en su esquema y aun así jugué 17 partidos. Siempre me queda esa espina, no acabas de casar con el entrenador y las cosas no se dan. Tengo buenos recuerdos de la ciudad, de compañeros como Pavón o Arizmendi. Me quedo con eso y siempre estoy pendiente de lo que va haciendo el Zaragoza.

--¿No terminó de conectar con Marcelino?

--No es eso. Ahora que soy entrenador entiendo muchas más cosas de las que pasaban antes y lo más importante es ver que dejas huella en los jugadores. Marcelino es un entrenador brutal, de lo mejor que hay en el plano nacional, le saca rendimiento y exprime a sus futbolistas, aunque conmigo no se dio, solo eso.

--Todo se ve distinto cuando uno está en el banquillo.

--Claro. Los jugadores son egoístas, solo piensan en ellos, en por qué no juegan y hay una persona que tiene que pensar por 25, en lo mejor para todos. Es el que tiene la idea global y los jugadores inteligentes saben que deben seguirla para hacer un buen equipo.

--¿El recuerdo suyo de Zaragoza tiene pues algo de amargura?

--Se podría decir así. El ambiente estaba demasiado caldeado, había esa necesidad por subir, algo que se logró... Recuerdo que cuando volví a La Romareda como jugador del Sabadell recibí pitos e insultos que no llegué a entenderlos nunca. Esa temporada que estuve allí fue dura, difícil. El adaptarse el equipo a la categoría, luchar en Segunda tras bajar, todo eso lleva un proceso y su tiempo.

--Se subió en un año y ahora desde el 2013 es la octava temporada y no se ha logrado...

--Es cierto, pero la exigencia no es la misma ahora que cuando acabas de bajar. Vi a La Romareda estos años apoyar y achuchar como nunca en momentos comprometidos. Esa afición se ha adaptado a la realidad, a la situación. Ese estadio cuando empuja es muy difícil ir a jugar allí como visitante. Para mí el Zaragoza es de los equipos que más está sufriendo que no haya público en los campos. Para lo bueno y también para lo malo.

--En este caso lo está notando para lo malo. Con público estaría en Primera la temporada pasada.

--Sí, probablemente sea así. Nunca se sabrá y es vaticinar sobre algo que no se dio.

--Cuando llegó al Zaragoza Imanol Idiakez usted estaba de segundo con él en el AEK de Larnaca. ¿Pudo venir entonces aquí también?

--No, entonces no se planteó, él decidió tomar su camino. Sí me dio mucha pena que un entrenador de su nivel no cuajara, no sé si fue la paciencia, el entorno o lo que fuera. Para mí es un referente, me ha enseñado muchísimo y le tengo mucha admiración. Me consta que lo pasó mal en esa etapa, porque puso todo y vivió una gran desilusión. Hay momentos en las carreras de las personas que te pueden marcar un antes y un después y en Zaragoza las cosas no le fueron como esperaba.

--¿Ve sufriendo el Zaragoza para salvar la categoría al final ?

--No me atrevo a decir esas cosas tan a largo plazo. Bastante tengo con lo mío. Ahora, en lo que pienso es en ganar al Zaragoza y que a partir del viernes ese club tenga toda la suerte del mundo y consiga el objetivo porque es una ciudad con mucha tradición y solera y merece que su equipo regrese a la élite, donde debe estar.

--Y, ¿a dónde espera llegar Antonio Hidalgo en los banquillos?

--Todos tenemos nuestras aspiraciones, pero estar cerca de casa tiene un valor incalculable. Tengo los pies en el suelo, ahora mi objetivo es el del Sabadell y ya veremos hacia dónde va mi carrera.