—Llegó en enero del 2012 y se fue un año y medio después. ¿Qué recuerdos guarda?

—Bastante buenos, el primer año que llegué me trataron muy bien y en la primera media temporada salieron las cosas fenomenal. Yo fui con la convicción de que nos podíamos salvar y lo logramos. Fue inolvidable. La seguda temporada fue peor, esa experiencia del descenso no la había vivido y fue algo triste, pero de todo se aprende. Y yo no hice tan mal año, creo que metí nueve goles y ayudé en todo cuanto pude.

—El Málaga es el equipo de su vida, claro está.

—Como malagueño que soy no puedo ser de otro equipo, pero al Zaragoza le guardo mucho cariño. Hubo diferentes circunstancias al final, el cabreo de la afición, las cosas que me tuve que escuchar, pero entiendo todo. Cuando un equipo desciende el enfado de la gente está ahí y te pueden putear un poco. De los resultados viven los equipos.

—¿Cuáles son los inicios de Apoño en el fútbol?

—Soy de La Palmilla y empecé jugando ahí, en mi barrio. Mis padres llevaban el bar de El 26, el equipo de aquí (CD 26 de Febrero), y comencé de portero. En segundo de alevines o en primero de infantiles pasé ya a ser mediocentro. Después estuve en el Puerto Malagueño y de ahí me firmó el Málaga en juveniles, pasé por el San Pedro y el Marbella y después volví al Málaga.

—De ahí llega en enero del 2012 cedido al Zaragoza. En esos momentos no vivía una buena situación en el Málaga.

—Yo allí siempre jugué, pero con Pellegrini hubo un enfrentamiento. Él entendía las cosas de una manera y yo de otra. Nos llevábamos bien, pero futbolísticamente no teníamos las mismas ideas. Cuando Manolo Jiménez firma en Zaragoza me llama y ya lo conocía porque él me había querido llevar cuando estaba en el Sevilla B y yo en el Marbella. Sentía que le debía una por estar tanto tiempo detrás de mi fichaje, me convenció, del proyecto me gustó lo que oí y tenía confianza en que íbamos a salir de abajo.

—Había que creer mucho. El Zaragoza era colista...

—Sí, pero yo es que siempre he confiado mucho en mis posibilidades y eso es una parte importante de mi éxito en el fútbol. Nunca me doy por vencido y siempre creo que puedo aportar mucho. El equipo estaba en una situación muy mala, pero fui con toda la ilusión y había buenos jugadores para salir de ahí.

—Llegaron a estar a 11 puntos de la salvación. ¿Lo vio perdido?

—Está claro que hubo momentos en que se veía casi imposible, cuando se está abajo es porque hay malas dinámicas. Tras el partido en Málaga, con las declaraciones del míster, que dijo que sentía vergüenza... Fue un momento duro, pero el equipo supo reaccionar, levantarse, ganó tres partidos seguidos, a Atlético, Valencia y Sporting, y ahí el grupo se lo creyó del todo. Ese impulso fue vital cuando todo el mundo nos daba por muertos.

—¿Cuál fue la clave de aquella salvación en la 11-12?

—Que hubo un grupo muy unido, al menos desde que yo llegué. Anteriormente no sé lo que sucedió y no puedo hablar. Con los refuerzos de enero se dio un salto de calidad, con Carlos (Aranda), con Pablo Álvarez o conmigo, y eso también fue importante. Los que llegamos lo hicimos con ganas de aportar, no a pasar la temporada y a coger minutos para irnos a otro sitio.

—¿Y Manolo Jiménez?

—Lo hizo muy bien. Y fue valiente. Muchos entrenadores se hubieran negado a coger un equipo tal y como estaba, cuando todo el mundo lo daba por descendido. Es un entrenador que transmite mucho a los jugadores, por la garra y la intensidad que tienen sus equipos. Sigo teniendo contacto con él y con David, su hermano, son personas espectaculares que conmigo han tenido un trato estupendo.

—¿Qué supuso aquella permanencia culminada en Getafe?

—Fue algo de diez, increíble. Ver todo el campo lleno de aficionados del Zaragoza, lograr algo que era tan difícil... No muchos futbolistas pueden decir que han jugado fuera de su estadio con el campo lleno de su gente. Resultó una noche inolvidable y además marqué el 0-1 de penalti. Es uno de los mejores momentos que viví en el fútbol, sin duda.

—Tras la permanencia se desliga del Málaga y firma tres años por el Zaragoza. La temporada empieza bien, pero acaba en el descenso.

—Un año muy duro. El parón de diciembre nos destrozó. El equipo iba como un tiro, si ganamos en San Mamés y creo que teníamos 22 puntos antes de Navidad. Nos fuimos de vacaciones pensando en grandes cosas, el equipo jugaba bien y ganaba a rivales grandes. Las expectativas eran hacia arriba. Si el parón hubiera llegado un mes después habríamos avanzado más camino.

—Pero no solo un parón liguero puede justificar tal caída de 15 jornadas sin ganar, ¿no?

—Es que el fútbol va mucho en dinámicas, empezamos una línea negativa, vienen la ansiedad y los nervios, las cosas no salen... En una racha tan mala es difícil encontrar salidas. Y el fútbol tiene esto. Igual que el año anterior nos salvamos cuando parecía un imposible, en esa temporada con la pechada de puntos que llevábamos, pues descendimos a Segunda.

—¿Qué recuerdos guarda de Agapito Iglesias?

—Con él siempre estuve bien, no puedo decir lo contrario. A mí me trató bien, fue muy educado conmigo, me prometió que me iba a firmar y lo hizo. El hijo (Víctor) estuvo trabajando para el San Luis de México y me quiso firmar. Solo tengo palabras de agradecimiento para ellos.

—Al San Luis fue con su hermano, Juanillo, y al final no ficharon. ¿Qué pasó?

—El hijo de Agapito era el secretario técnico. Llegamos y tenían los contratos cuando pasáramos de la aduana. Y ese día hubo la mala suerte de que a todos los paraban en la frontera, tuvimos que quedarnos ahí, regresamos a Málaga y, con lo mal que lo pasé, no me atreví a volver. Como si fuera una mala sensación, pensé ‘mejor no seguir’, pero insisto en que le estoy muy agradecido a Agapito Iglesias.

—Su hermano también estuvo en el filial del Zaragoza.

—Él llegó en el verano en que yo firmo en propiedad por el Zaragoza. Venía con una trayectoria muy buena, había debutado en el primer equipo del Málaga en algún amistoso tras lograr muchos goles con el filial. Tuvo la mala suerte de las lesiones en el tobillo al llegar y su carrera se cortó un poco. Sigue jugando, ahora en Tercera, en El Palo.

—¿Usted ya está retirado?

—Casi. Estaba jugando esta temporada también en El Palo, pero tengo unos problemas en la espalda y he tenido que dejarlo. Se podría decir que ya he colgado las botas.

—¿Qué supuso aquel descenso en el Zaragoza y su adiós?

—Me fui muy dolido, había firmado por tres años, era un sitio en el que estaba bien, un equipo grande en España. Me fui jodido. Tuve ofertas cuando nos salvamos bastante buenas y las rechacé para seguir en el Zaragoza. Y, claro, nunca pensé que íbamos a bajar al primer año, pero pasó y me fui con pena, por la situación y por la gente de Zaragoza. Por eso deseo que suban pronto, esa afición y ese club se lo merecen.

—Antes de irse tuvo un incidente en un entrenamiento en la Ciudad Deportiva. ¿Qué pasó?

—Fue bastante feo. Es que parecía que el culpable del descenso fuera yo, cuando lo di todo y hubo partidos en los que jugué hasta lesionado. Yo solo no era el culpable. En ese equipo nos quedamos varios futbolistas tras bajar en pretemporada y solo saltaba el nombre de Apoño. Había unos aficionados que llevaban algunos entrenos insultándome y ese día estaba un amigo mío y no se supo contener. A lo mejor es lo que tenía que haber hecho y no lo hizo. Cuando uno es de sangre caliente, te callas varias veces pero al final saltas y yo también salté. A veces esas cosas que te dicen duelen, también somos personas.

—Nunca ocultó su carácter. ¿Le ha perjudicado en su carrera?

—Con otro carácter habría jugado aún más años y en clubs de superior nivel. De algún modo, ese carácter me ha perjudicado, pero también me ha abierto puertas. Si no lo hubiera tenido no habría ido a Zaragoza a intentar salvar al equipo teniendo otras ofertas. En todo caso, no me arrepiento, mi carácter es parte de mí y ahora no voy a ser ventajista de decir que me ha perjudicado siempre.

—Otra fama que tenía era la de salir bastante. En Zaragoza se habló de sus visitas al casino...

—Eso siempre me ha molestado mucho oírlo. Te crean una fama y es muy difícil ya borrar esa imagen. Los que me conocen bien saben que no es ni la mitad de la mitad de lo que la gente hablaba. Parecía que era el único que salía. Yo nunca me he escondido, soy claro. Si hago algo, lo digo. Fui dos veces al casino en Zaragoza, las únicas en toda mi vida, y según se decía estaba todos los días. Me hicieron una foto y en el casino me ofrecieron denunciar al que puso la imagen, porque eso no se puede hacer. No quise denunciar y hablé con el club.

—¿Y qué le dijo el Zaragoza?

—Que yo con mi dinero y mientras no fueran las cuatro de la mañana podía hacer lo que me diera la gana. Yo fui a las nueve de la noche, no estaba trasnochando y con mi vida privada yo puedo hacer lo que quiera. Mi dinero me lo gasto donde quiero, donde realmente creo que debo hacerlo, como hacemos todos.

—Usted siempre decía que Apoño era muy querido o muy odiado. ¿Se sigue viendo así?

—Es que es así. La gente que me quería y me quiere es incondicional. Y sé que los que me odian me querrían matar. No dejaba indiferente a nadie. Este mundo del fútbol es así. De todas formas, la gente no me da de comer.

—¿Cómo era su carácter dentro de un vestuario?

— Siempre me he comportado correctamente ahí, ayudando a los que les ha hecho falta. Siempre he sido de tender la mano, poniéndome al lado de los que me necesitan, yo soy así y no solo en el fútbol. Quien necesita mi apoyo, lo tiene. Eso sí, cuando había que opinar yo no me callaba, para bien o para mal. Si algo no me parecía bien lo decía. No me iba a callar para tenerlo ahí dentro.

—¿De qué compañero en el Zaragoza guarda mejor recuerdo?

—Aranda es mi amigo íntimo. Guardo mucha relación con Edu Oriol y también hablo con Juan Carlos, que está en el Málaga. Con Sapunaru he hablado varias veces, o con Babovic. He dejado amigos por donde he ido.

—¿Cómo calificaría a la afición del Zaragoza?

—Bien. A mí jugando me apoyaron siempre, me trataron bien. El primer año fue espectacular, pero el segundo al final pasaron cosas. Cuando vienen mal dadas no te pueden tratar igual que cuando va fenomenal todo.

—¿Sigue al Zaragoza?

—Bastante. Con Cuartero hablé hace unas semanas y me alegré un montón porque es un tío de puta madre. Veo mucho fútbol y creo que tiene equipo para estar más arriba, posee calidad, pero esta categoría es dura. Están ahí, en la pelea y a ver si suben.