Hay empates que restan, como el del Murcia, y empates que suman, como el de ayer contra el Hércules. Numéricamente la diferencia no existe, un punto más en cada caso, pero puestos a empatar mejor hacerlo después de un buen partido, dinámico, con facilidad de llegada a tres cuartos, jugado a un ritmo interesante y directo aunque sin pegada; que hacerlo tras un encuentro paupérrimo sin otra cosa que señales negativas y mal fútbol. Al final lo que te queda en la clasificación es lo mismo, pero en realidad no se parece en nada.

Hay empates que debilitan y otros que refuerzan, incluso con ese sabor amargo e inevitable del resultado. Este es uno de esos. El Zaragoza mantuvo el nivel que ha mostrado en el 2014 y, aunque no ganó, sí que dejó la sensación de que progresa adecuadamente y por una senda correcta. A pesar de la falta de clarividencia en el último pase y, sobre todo, en la definición, del partido quedarán más beneficios que preocupaciones.

Después de toda una vuelta buscando sin éxito una pareja fiable, por fin la hay. El fichaje de Arzo le da al Real Zaragoza algo que no tenía: tranquilidad atrás, temple y mayor tono defensivo. Arzo es veterano, está curtido y juega al fútbol con control, calma y serenidad. Conoce su oficio y no pierde el sitio ni la pausa. No se acelera innecesariamente ni compromete a sus compañeros.

De su presencia se beneficia todo el colectivo porque la estructura defensiva sale fortalecida. A su lado, Álvaro se engrandeció ayer. El cántabro completó su mejor partido. Excelente al corte, siempre bien posicionado, jerárquico, incorporándose al ataque e incluso merodeando el gol en algún córner bien cabeceado. Sin Arzo el Real Zaragoza no la tenía. Con Arzo la tiene. Por fin una pareja de centrales creíble.