Si alguien pretende o logra hacerse con el trono contaminado que ocupa desde hace ocho temporadas Agapito Iglesias, tendrá que hacerlo desmarcándose de la mentira, de las falsas promesas y del propio empresario soriano. Un baño de lejía moral, deportivo y administrativo a fondo. Una limpieza industrial sin concesiones. Todo lo que signifique una continuidad o extensión de las formas, colaboradores y estilo del actual máximo accionista, supondrá una pérdida de crédito irreparable. En el caso de la compraventa que se aproxima a ritmo lento, el dinero, sin duda, será capital para solucionar la angustiosa amenaza de los pagos inmediatos, pero emparejado a esa exigencia del guión económico, el contenido y el continente del mensaje de futuro se ha de sostener sobre un discurso realista, un libro de estilo redactado con puño y letra por la verdad. Y la verdad, después de haber convivido con la farsa durante tanto tiempo, pasa por un tamiz irrenunciable: por muy duro que resulte admitirlo, el ascenso a Primera para quedarse en la élite pide un aval de años, de trabajo a largo plazo.

Cualquier campaña del aspirante o aspirantes al Real Zaragoza que emita señales populistas para ganarse la simpatía de la afición, está condenada al fracaso. La hinchada se ha doctorado en desenmascarar a los fuleros, que han sido legión en el equipo personal de Agapito Iglesias. Este curso ha resultado muy duro al descubrirse demasiado pronto la falta de solidez competitiva como para conseguir al primer intento otro regreso a Primera. Ayer se confirmó que el conjunto aragonés seguirá en Segunda. Una lectura honesta, profundizando en la superficie, muestra una institución devastada por las deudas; un gigante que ha perdido sus patrimonios y su imagen, desangrándose especialmente en el área social con la fuga emocional y física de sus abonados.

Metodología y ajuste económico

En este contexto, salvo que se dé la más que improbable irrupción de un inversor poderoso y generoso, quien se atreva a recoger esta herencia se va a encontrar con una plantilla por construir desde la modestia y desde el máximo acierto en contrataciones, cesiones y aprovechamiento de la cantera. Todo en consonancia con un ajuste presupuestario y sobre todo con una metodología muy bien definida de los pies a la cabeza del club.

La reconstrucción implica novedades en todas las áreas, una tecnificación en los profesionales lo más elevada posible no tanto en experiencia como en compromiso y conocimiento del terreno. Y una honda dedicación para recuperar, desde la oferta sentimental y la consecuencia, a una afición que aceptaría una nueva alianza siempre y cuando la tengan en cuenta. La desvinculación total de Agapito aparece como premisa innegociable.

Las prisas por ascender, por desarrollar un proyecto en función de nombres más o menos ilustres y por utilizarlos de gancho, guardan una estrecha y peligrosa relación con el aterrizaje de Agapito en el Zaragoza. La propaganda ya no capta simpatizantes ni resulta productiva para un equipo que, en su viaje hacia Primera, necesita detenerse en las estaciones de la coherencia y la sensatez ahora inexistentes.