Con cierto tono de excusa y a las puertas de su abismo como entrenador del Real Zaragoza, cuando perdió con el Deportivo y fue destituido, Lucas Alcaraz hizo un comentario que, en estos momentos, resulta muy rescatable e incluso apropiado: «Tenemos un equipo bajito».

Aunque lo dijo casi como quien no quiere la cosa, fue una afirmación en toda regla. No, el equipo aragonés no destaca para nada por tener torres ni jugadores que rebasen el 1.90 de altura. De hecho, ayer el jugador de campo con más centímetros era Verdasca (185 concretamente). Pero aquellas palabras de Alcaraz vinieron acompañadas. No fue una vaga afirmación, porque el trasfondo y lo que vino a continuación era el verdadero problema de entonces y de ahora. El granadino recordó que los tantos del Mallorca y Nástic de Tarragona a balón parado, en plena etapa de oscuridad zaragocista y de dolorosa agonía, vinieron de fallos individuales. Errores de bulto de concentración, de marca y de intensidad.

Son 35 goles encajados en 28 partidos. La cuenta sale cara, a más de uno por encuentro, y quizá lo más preocupante es cómo llegan. Algunas veces son regalos, otras falta de mordiente y, en algunas ocasiones, simplemente falta calidad. La cruda realidad del Zaragoza de la mitad baja de la tabla en Segunda División. El equipo aragonés es fragil física y mentalmente y desconecta. Y así es imposible.

En ataque al Zaragoza le cuesta producir de tres cuartos de campo hacia delante, no logra dar ese último pase definitivo ni lanzar ese tiro exterior que suponga una amenaza real. Sobrevive a base de destellos puntuales. Cuando el atasco es generalizado o el rival está muy bien plantado, a veces el balón parado ofensivo sale al rescate, pero no en el caso del equipo blanquillo. La producción es paupérrima (11 córners sacó ayer el Zaragoza, por ejemplo), pero en defensa roza el ridículo. Que se lo pregunten a Verdasca.

El luso fue vilmente retratado por Saveljich. Lo que viene siendo ir a por lana y volver trasquilado. Y todo ello con el duro daño colateral que supuso: la derrota. Sigue desangrándose el Zaragoza en casa y encajando goles, pero no persigue al sexto clasificado.

De la risa al gol

Fue una jugada jocosa, de tintes cómicos y con un final que el mismísimo Murphy (el de la famosa ley) hubiera firmado. Habían sido Saveljich y Verdasca advertidos primero, amonestados después y ya Varón Aceitón se dirigió a ellos riéndose en el segundo acto. Los dos le correspondieron. Todo bien. El balón voló, el central argentino más y el portugués del Real Zaragoza se quedó clavado e hizo un vago intento de detener el testarazo. Un error muy caro, otro más de Verdasca y del colectivo. Fue demasiado fácilmente superado. Es lo que conlleva estar más pendiente de las risas que de defender una peligrosa acción a balón parado.

Antes, en el primer gol, Dani Lasure también se durmió en la marca con Álvaro Giménez. El balón salió rebotado y con violencia de la pierna de Javi Ros, que formaba en la barrera. El cuero sorprendió al lateral del Zaragoza, pero no al delantero del Almería, que sí que adivinó la trayectoria y marcó a placer. Otra maldita vez a placer, sin oposición, con una comodidad desmesurada.

Son dos errores que se suman a la grosera lista general de esta temporada. El balón parado es dramático y, por supuesto, influye la falta de altura generalizada en el equipo aragonés, pero siempre se puede suplir con intensidad y concentración. Más que poderse, se debe. Es una obligación, una cuestión de responsabilidad individual y colectiva que está siendo uno de los tantos lastres de esta triste y dura temporada del Zaragoza. La del proyecto a dos años que iba a culminar en ascenso y que está siendo una pesadilla. A que Lucas Alcaraz tenía razón...