El Zaragoza de Baraja no funciona y el futuro del entrenador comienza a estar en entredicho. No existe ultimátum, pero los próximos partidos marcarán el porvenir del vallisoletano en el banquillo aragonés. En apenas diez días, el Zaragoza afronta cuatro encuentros consecutivos en los que debe haber un cambio de sensaciones y de resultados. Si Baraja sigue sin dar con la tecla y su equipo no da muestras de recuperación, el entrenador estará en serios problemas.

Se empeña el técnico en que el Zaragoza se va acercando a esa identidad que pretende instaurar en su equipo. «Estamos cerca de encontrar nuestra identidad», advirtió el vallisoletano antes del partido ante el Leganés. Pero las sensaciones que transmite su escuadra ponen en duda semejante afirmación. El pasado domingo, ante el Sabadell, el equipo aragonés encaró el choque con cierta personalidad, pero apenas duró unos minutos. Alrededor del ecuador del primer periodo y tras un remate al travesaño de Larrazabal y una rosca de Narváez que se escapó por poco, el cuadro blanquillo se fue diluyendo hasta disolverse totalmente y quedar a merced de un Sabadell muy superior tras la reanudación.

Ahora, el duelo del jueves en tierras burgalesas ante el Mirandés supone el comienzo de un tramo en el que las reválidas se amontonarán cada tres o cuatro días. Esta semana concluirá con el partido que medirá al Zaragoza con el Mallorca en La Romareda (el domingo a las 16.00 horas), pero también la próxima semana estará cargada de citas. Así, los enfrentamientos ante el Girona (el miércoles 4 de noviembre correspondiente al partido aplazado de la primera jornada) y en Tenerife, el siguiente fin de semana, serán determinantes para Baraja en caso de que no se produzca una reacción inmediata.

Para entonces, el Zaragoza debe cambiar y mostrarse más cercano a lo que el cuerpo técnico pretende. Sostiene el preparador que su equipo debe aprender a manejar todos los registros, pero ahora mismo no controla ninguno. Su juego en estático es nefasto, no tiene la posesión ni sabe correr. Únicamente se percibe cierta solvencia defensiva enmascarada en las dos últimas citas por sendas actuaciones soberbias de Cristian Álvarez.

Está por ver si Baraja se mantiene fiel a un 4-4-2 que considera innegociable a pesar de que se antoja incompatible con determinados jugadores, como es el caso de Eguaras, que necesita más músculo a su alrededor para liberarse un tanto del trabajo defensivo y que el equipo adquiera un equilibrio del que ahora carece. Si el técnico sigue empeñado en implantar su dibujo contra viento y marea y en poner al sistema por encima de sus jugadores y no al revés, su situación no mejorará.

Su Zaragoza sigue en construcción y preso todavía del varapalo sufrido la pasada temporada, cuando el confinamiento devolvió un equipo desconocido y que dilapidó en apenas unas semanas todo lo adquirido antes de que el coronavirus lo paralizara todo. Ahora, el Zaragoza ha cambiado sustancialmente respecto a aquel. No solo en lo que se refiere a jugadores (hay diez nuevos) sino, sobre todo, en la idea de juego. El Zaragoza de Baraja apenas guarda similitud alguna con el de Víctor. Pocas, si acaso.

De este modo, asoma la primera crisis a un Zaragoza en el que ya se han encendido las alarmas. Porque, lejos de evolucionar, el equipo es peor cada día y sus ratos de lucidez son tan escasos como sus llegadas al marco contrario. El puesto de Baraja, de momento, no peligra pero todo queda en función de los próximos partidos. Si no hay reacción y mejoría, su cargo quedará sujeto a la implacable ley del fútbol.

Baraja aún tiene tiempo. Si logra que su Zaragoza mejore las sensaciones y principalmente los resultados, dispondrá del margen de maniobra que precisa para encajar unas piezas que ahora no hay manera de juntar. Pero las dudas crecen al mismo ritmo que la desconfianza de un zaragocismo desilusionado que lo ve todo negro. El club, mientras, mantiene la fe en un entrenador del que valoró su adaptación al nuevo fútbol en el Tenerife pero que ya está bajo vigilancia estrecha. Baraja, con el beneplácito de la dirección deportiva, ha elegido que el Zaragoza se adapte a él y a su sistema. Como aquel rombo. Sistemas por sistema.