En una Segunda tan igualada y larga tener un portero que suponga puntos es un valor indiscutible y el Zaragoza lo posee con Cristian Álvarez, de estupenda aparición cuando se puso a punto y que había bajado su nivel después. Ayer, en El Molinón, fue el artífice de la victoria del Zaragoza, con hasta seis paradas de mérito y claves, dos de ellas en el penalti lanzado flojo por Michael Santos y en el rechace que tuvo Pablo Pérez. El portero argentino dio, de esta forma, valor al gol de Delmás en un córner (por fin la estrategia suma y no solo penaliza) y propició un triunfo, ante un histérico Sporting, de valor incalculable, un botín para sumar ánimo y ganar en confianza, porque dudas sigue teniendo muchas el Zaragoza de Natxo González, que también puede respirar más tranquilo tras estos tres puntos.

El Zaragoza firmó un partido en El Molinón irregular, con altibajos, con malos momentos, sobre todo al final de la primera parte, pero ganó y enlaza dos jornadas seguidas sin encajar goles, un valor fundamental, aunque ayer tuviera ese dato el protagonismo de Cristian Álvarez. Sin su aportación, la victoria en Gijón hubiera sido imposible. El Zaragoza le debe este balón de oxígeno en forma de tres puntos que añadir al empate ante el Reus para acumular dos jornadas sin caer y para dar pasitos, pequeños, muy pequeños, en la mejora del equipo, que ahora vislumbra el descenso a 5 puntos, con la promoción a idéntica distancia.

Natxo González dejó claro en el once que quería continuar la línea del choque ante el Reus, tratar de asentar de una vez una alineación en la que la única novedad fue la obligada en el eje de Grippo. El Sporting, agobiado por la necesidad de ganar, empezó con unas dudas terribles con el balón, mientras el Zaragoza dominaba la posesión y gobernaba el choque, sobre todo desde el papel de Eguaras en el medio. Con todo, le faltaba profundidad al equipo, con Febas y Borja apagados y con detalles interesantes de Vinícius y con el atrevimiento, poco fructífero, de Papu.

El Zaragoza dominó la media hora inicial, pero apenas sumó ocasiones, leves intentos de Borja, Zapater, de falta, y Papu y poco más. Sin embargo, pasado ese tiempo desapareció esa supuesta solidez zaragocista, señal de que este equipo está a años luz de ser consistente. El último tramo fue una sucesión de despistes y errores, de permitir todo en los saques de esquina, de no presionar en dos faltas del rival...

Calavera, en un mano a mano, Juan Rodríguez, tras un córner, Álex Pérez, de buen remate tras una falta sacada con el Zaragoza dormido, lo que se repitió en otro intento de Isma López con los jugadores zaragocistas viendo cómo se ataba las botas Grippo. A todos ellos respondió Cristian Álvarez de forma magnífica, salvador e insuperable.

El Zaragoza arribó al descanso con la sensación de que el Sporting mereció marcar en el tramo final y no mejoró mucho el equipo de Natxo González tras el intermedio. Verdasca combinó claroscuros en el arranque de la segunda mitad, pero el Zaragoza generó su primera ocasión de verdad, nacida en Vinícius, mejorada en Papu y rematada de mala manera por Zapater.

PROBLEMAS EN LAS ALAS

Amenazaba más el Sporting, sobre todo por las alas de Jordi Calavera e Isma López y con la movilidad de Rubén García y Santos, mientras que el Zaragoza sufría mucho en sus laterales, en Delmás, pero sobre todo en Ángel, de vuelta a su peor versión. Sin embargo, Delmás supo redimirse con un gol en el que Grippo, toda una garantía a balón parado en ataque, y Zapater arrastraron a los defensas y propiciaron que rematara de volea el córner de Eguaras.

El gol terminó de enfadar a la grada del Sporting y Paco Herrera, que ya había cambiado el esquema con la salida de Carlos Castro para pasar a un 4-4-2 y olvidarse de los tres centrales, metió más madera con Moi Gómez y Pablo Pérez. Pero el Sporting es un canto a la imprecisión y a la pobreza futbolística. También ayer para suerte del Zaragoza.

Al equipo de Natxo le saltaron las costuras en el tramo final, incapaz de nadar y guardar la ropa, pese a las salidas primero de Benito por el desafortunado Ángel y de Guti para reforzar la medular. Grippo evitó el gol de Carlos Castro y el árbitro señaló un penalti dudoso de Verdasca sobre Pablo Pérez, aunque es verdad que el central soltó el brazo. Ahí llegó Cristian en su versión más salvadora y el partido acabó con la salida de Valentín y tres centrales y con el Zaragoza y el zaragocismo con el corazón en un puño. La victoria, las felicitaciones al meta, la piña de los jugadores y también en el banquillo... Son señales que evidencian el valor de este botín con acento argentino.