El famoso "se compra y no se paga" que popularizó Agapito Iglesias con nocturnidad lo ha conjugado el Real Zaragoza de forma habitual estos años. A veces hasta sin comprar. No pagaba, por ejemplo, a Hacienda. Así, con ese modelo de huida hacia adelante sin pasar demasiado por caja, se produjeron situaciones tan esperpénticas como que la Agencia Tributaria llegara a embargar la licencia federativa del equipo. Ahora, los nuevos propietarios de la SAD se han encontrado con la crudeza del problema en toda su realidad, ya bien popularizada desde el momento en el que el escalofriante dato --18,5 millones a pagar el 5 de septiembre-- alcanzó cariz público tras la firma del grotesco contrato entre Agapito y el grupo de Lasheras.

Los actuales rectores se han encontrado los últimos días con la negativa de la dirección general de recaudación en Madrid a renegociar un nuevo aplazamiento de esa deuda millonaria que Agapito dejó a su estela como arma que carga el diablo. Hacienda fundamenta su no en dos razones: el continuado incumplimiento de los pagos de la SAD como unidad fiscal en el pasado reciente y la contrastada capacidad financiera de la actual propiedad.

El Zaragoza argumenta que la sociedad ha pagado religiosamente la deuda corriente en verano, señal inequívoca de un nuevo modus operandi, y que no puede saldar de golpe esos 18,5 millones. Por ello reclama un acuerdo como el de otros semejantes y apela al efecto del miedo que producen palabras como disolución o liquidación. En el trasfondo del conflicto vuelve a subyacer un problema perenne: la distinta vara de medir según el equipo y el lugar y la incalificable permisividad de Hacienda con los clubs de fútbol, que ante tanta indulgencia creyeron que el monte era orégano por siempre jamás.