Se empeñan el Real Zaragoza y Víctor Fernández en jugar siempre igual, lo que tiene su sentido cuando atesoras una personalidad trabajada durante un lustro, como es el caso del Cádiz cultivado por Álvaro Cervera. O dispones de una plantilla de configuración inmediata con un gran equilibrio físico y técnico, lo que no sucede en el conjunto aragonés. El entrenador, para defender su patrón, trasladó de la enfermería al campo a Vigaray, Igbekeme y Kagawa y los tres acusaron un estado de forma inadecuado para enfrentarse a un encuentro de estas características. El nigeriano y el japonés, que fue relevado sin dar señales de vida, pasearon su flojera ante una medular forjada sobre un yunque, y Vigaray recayó de su lesión muy pronto, cuestión de estado por la celeridad de su reaparición. La baja del lateral provocó un seísmo estratégico que implicó la aparición de Guitián de tercer central y el desplazamiento de Guti a la posición de carrilero defensivo, rompiendo de cuajo con el guión establecido, que se plagó de borrones y de futbolistas lejos del foco, afectados por un fútbol de falso control y disparos de Nieto como única amenaza.

Improvisar ante el Cádiz es mal asunto. El conjunto andaluz necesita lo justo para desnudar a su rivales y si encuentra ayuda, le arranca hasta le piel. Nadie había vencido al Real Zaragoza, que ya había dado señales de flaqueza de recursos y variantes en sus tres empates consecutivos, y los amarillos lo consiguieron con látigo. Su superioridad alcanzó a todas las asignaturas: más oficio, mayor agresividad, mejor posicionamiento y una velocidad endiablada para justificar su paciente espera. Se plantó frente a Cristian tras madurar el partido y conducirlo a su terreno. En la primera Lozano marcó sin oposición, y en la segunda Nano hizo lo mismo. En ambos casos, sobre todo en el segundo, Grippo, Guitián y Atienza quedaron retratados mientras la pelota paseaba por el área de un Cristian que evitó males mayores. Seis tantos encajados en los tres últimos partidos es como tomarse muy en serio hacia dónde va el equipo después de tres empates y una derrota. Y quizás no sea una crisis pasajera, que es la justificación más recurrente en estos casos.

Los tres atacantes y el rombo han sido desmontados con un sencillo agrupamiento defensivo en número de efectivos. Lugo y Málaga avisaron y el Cádiz, muy superior, fulminó las dos versiones (la inicial y la de los cinco defensas) porque concentra en su plantilla a jugadores muy hechos, de experiencia y calidad. El repertorio de los andaluces consiste en minar psicológicamente a sus víctimas y vampirizar cualquier virtud ajena. Incluso a Luis Suárez, que se quedó seco esta vez ante Fali y Cala, dos tallos muy gruesos. En realidad, el equipo de Cervera redujo a la nada al Real Zaragoza con una laboriosa erosión y se puso a correr de verdad con gente armada hasta los dientes para el contragolpe. Juega siempre igual con autenticidad y argumentos sólidos, no como el equipo de Víctor Fernández, que busca la excelencia ofensiva expuesto a sus carencias en el centro del campo, a un vacío juego exterior y a una zaga vulnerable en cuanto se genera el mínimo peligro.

El Cádiz queda muy lejos, el problema es que se estrechen las distancias, como está ocurriendo, contra equipos más terrenales. La personalidad, en ocasiones, consiste en saber reinventarse sin pánico al qué dirá la gente o a lo que invita la idiosincrasia. En recuperar la orientación perdida con la realidad como mejor aliado.