El Zaragoza se ha caído. Poco queda ya de aquel equipo sólido y robusto de principios de temporada que sabía lo que quería y cómo conseguirlo. Por el camino ha perdido muchos puntos, pero sobre todo, identidad, algo mucho más importante. No ayuda la ansiedad con la que se afronta cada partido. Una victoria conduce directamente a Primera y una derrota es una catástrofe. La tabla clasificatoria manda mucho más que las sensaciones de un equipo que, ahora, parece vacío y sin aquel carácter que le distinguía de la mayoría.

1) Nada es igual sin Vigaray y Dwamena

Seguramente, será injusto subrayar la ausencia de Vigaray como una de las claves de la caída en barrena, pero los números cantan. Desde que no está, el Zaragoza apenas gana -solo ha derrotado al Numancia en Soria- y el equipo ha perdido fortaleza defensiva y también caudal ofensivo. Delmás, maltrecho físicamente, no ha estado a su altura, pero la baja del madrileño ha escocido al equipo al completo. Con Vigaray en el campo, el Zaragoza encajaba un gol cada 265 minutos. Sin él, el conjunto aragonés recibe uno cada 55 minutos, es decir, casi dos por partido.

El grave error cometido por Víctor al acelerar el regreso del lateral tras su rotura fibrilar ante el Lugo ha salido caro. Se veía venir cuando se toma un riesgo de ese calibre con uno de los mejores laterales de la categoría. Vigaray aporta arriba, abajo, por alto y por bajo. Sin duda, es uno de los puntales básicos del Zaragoza y su pérdida ha supuesto un problema mayúsculo y, sobre todo, una lección a aprender.

Algo similar ocurre con Dwamena. Las voces que cuestionaban al ghanés justo antes de que un problema cardiaco le dejara fuera de combate para el resto de la temporada, no solo callan ahora sino que añoran al delantero. Su ausencia ha servido para valorar la aportación de un jugador esencial en el rombo y cuya ingente labor beneficiaba en gran medida a su compañero de ataque, Luis Suárez, sin duda, el que más lo echa de menos. Con Dwamena, el Zaragoza solo había perdido un partido -ante el Cádiz en La Romareda-. Desde que no está ya ha perdido otros dos encuentros más.

2) James y Kagawa, esos desconocidos

Nada se sabe hace tiempo de James y Kagawa, dos piezas básicas para Víctor, que sustenta gran parte de las aspiraciones de ascenso en estos dos futbolistas. Pero el rendimiento de ambos está demasiado lejos de una versión aceptable, aunque el técnico ha decidido seguir forzando su rescate desde el terreno de juego y no en el banquillo. El nigeriano ha perdido aquel cambio de ritmo y esa explosividad en la arrancada que le convertían en un efectivo diferencial y su precario estado físico le lleva a ser superado constantemente por los medios rivales y a una desquiciante incapacidad para dar el balón al amigo. Víctor impuso su presencia en la plantilla como factor esencial para tener opciones de ascenso, pero todo comenzó a torcerse desde su misteriosa ausencia en el primer partido de la temporada. No está pero se le espera. Con él de titular, el Zaragoza ha ganado dos partidos, empatado los mismos y ha perdido otros tantos.

También a Kagawa, el jugador llamado a marcar diferencias y cuyo fichaje dio la vuelta al mundo. Pero el japonés apenas ha ofrecido un par de destellos desde que viste de blanquiazul. Fuera de forma y cada vez más distante, Víctor construyó el rombo como el hábitat idóneo para él, pero su fútbol se ha diluido y lo peor es que cada vez se aleja más de la pelota y del fútbol.

3) Víctor, desnortado, no altera la apuesta

Tampoco Víctor Fernández es el de comienzos de temporada. Desnortado y desquiciado, parece cada vez más afectado por errores propios y ajenos. Todo comenzó contra el Lugo, cuando se empeñó en caer en la tela de araña del rival, que cerró todas las puertas interiores con tres centrales, pero el técnico renunció a abrir el campo con el único extremo nato de la plantilla, Álex Blanco, un error que volvería a cometer en partidos posteriores.

Se equivocó también en dar vía libre al regreso excesivamente temprano de Vigaray y a la puesta en escena conjunta del lateral junto a James y Kagawa ante el Cádiz cuando todos ellos habían tenido problemas físicos que apenas les había permitido entrenar durante la semana. Aquel día, Víctor consideró ese partido ante el líder como la final de las finales. En la jornada 10. Y todo salió mal. Los tocados naufragaron y Vigaray recayó. Víctor, que había dejado fuera de la lista a Delmás, le dio la vuelta al equipo tras la lesión del madrileño y dispuso tres centrales con Guitián, que disfrutaba de sus primeros minutos, como uno de ellos. El dibujo fue un fracaso.

La insistencia de Víctor Fernández con jugadores fuera de forma, o en la ausencia de otros -como la de Linares en Fuenlabrada a pesar de la baja de Dwamena y el delicado estado físico de Suárez- han sido perjudiciales para el equipo, al que el rombo ya no le sienta bien porque tres de sus cuatro vértices -James, Eguaras y Kagawa-no están a su nivel o, en el caso de los dos extranjeros, se encuentran a años luz de su mejor forma.

4) El balón parado es un serio problema

El Zaragoza es uno de los pocos equipos que todavía no ha sacado provecho del balón parado. Cada saque de esquina o falta lateral a favor de los aragoneses es una bicoca para el rival, al que le basta con cierto orden para despejar cualquier amago de peligro. El principal problema es que nadie es capaz de poner un buen balón en el área. Uno a uno han ido pasando por el saque de córner Kagawa, Eguaras, Guti, James, Nieto…. Nada.

La estrategia es, hasta ahora, un arma inofensiva en ataque pero cada vez más peligrosa en el área propia. De hecho, Málaga y Cádiz ya han marcado a balón parado a un Zaragoza también cada vez más vulnerable en esta faceta del juego.

5) Adiós a la fortaleza defensiva

Los números de principio de temporada anunciaban un Zaragoza rocoso atrás. Apenas dos goles encajados en los seis primeros partidos suponían la mejor marca en muchos años de un equipo aragonés que, al fin, adquiría esa solvencia defensiva que suele caracterizar a los aspirantes al ascenso. Pero el muro ha caído. Diez goles recibidos en los seis últimos encuentros advierten de un agujero negro en retaguardia. Tres recién ascendidos -Ponferradina, Fuenlabrada y Mirandés- han endosado dos goles cada uno a un Zaragoza especialmente maltratado el pasado domingo por el cuadro burgalés, que hizo de él un pelele para sonrojo de La Romareda.

La pérdida de Vigaray y Dwamena se ha dejado notar en este apartado, así como el mal momento del centro del campo. En defensa, Víctor viene alternando el acompañante de Atienza, al que, como Nieto, considera indispensable y aún no ha concedido descanso, apelando a su fortaleza en el juego aéreo. Quizá ha llegado el momento de buscar alternativas en ambos casos.

6) Falta, al menos, un delantero

Es evidente que el Zaragoza precisa incorporaciones, sobre todo, en la delantera. Ya se desgañitó Víctor en verano advirtiendo de la necesidad de un atacante que complementara a Suárez y Dwamena, pero su grito cayó en saco roto. A cambio, se renovó a Pombo, al que se pasó a considerar delantero cuando toda su vida ha sido mediapunta. Ahora, sin el ghanés, con el canterano lesionado, sin confianza en Linares y con Suárez renqueante, la parcela ofensiva del equipo es un drama. Por eso, se impone fichar cuanto antes uno o dos atacantes.

La duda reside en si acudir al mercado del paro es lo más conveniente. Esa esa una de las tres opciones que existen. Las otras dos son esperar a tramitar la baja de Dwamena una vez que se oficialice su adiós por su problema de salud, o, en cambio, esperar a enero, cuando se abriría un mercado que ahora solo permite acudir al paro o a España en caso de que el club decida cubrir la baja del ghanés cuando su adiós sea definitivo y se resuelvan los trámites burocráticos.