A este paso, a quien se le ocurra mover La Romareda de su sitio corre el serio peligro de que le lapiden. Tanto debate político y tanta reflexión urbanística a favor del traslado pueden derrumbarse cualquier domingo de éstos. La gente del fútbol es muy supersticiosa, y la del Real Zaragoza va camino de convertirse en una de las más devotas de la Liga española: su equipo gana, golea y destroza a rivales del peso de Sevilla en el viejo campo, y lo hace poco después de caer eliminado de la Copa en parajes inhóspitos y lejanos, en tierra de brujas y demonios. Algo hay de milagroso bajo los cimientos de este santuario para que un equipo resucite como lo hizo ayer el conjunto aragonés. Lozano, con una salud de hierro. A este paso, La Romareda desplazará a Lourdes y Fátima de la guía Campsa de los creyentes más vigorosos, y vendrán presidentes y directivos para adquirir un metro cuadrado de la santa hierba.

No es fácil explicar por qué, en apenas tres días, el mismo conjunto que naufragó en el ridículo en Tarragona fue capaz de realizar un encuentro perfecto, sin mácula de error, como si nada hubiera ocurrido. Frente a un Sevilla que venía vestido de largo para la fiesta, el Real Zaragoza, en lugar de lamerse las heridas, salió como un tiro a por la victoria, ajeno al pasado, con el iris del futuro dilatado por la ambición. En el deporte moderno nunca se sabe bien si las órdenes gobiernan a las ideas o si son éstas como expresión mayúscula del individuo las que imponen su criterio finalmente, pero el caso es que el conjunto aragonés conjugó con precisa exactitud la inspiración y el ejercicio táctico. Al contragolpe, con pelotazos largos para Villa y Galletti y la inestimable colaboración de Savio, los andaluces se quedaron planchados en la primera parte, sin prestigio defensivo y dos goles en contra.

Había algo de punto de inflexión en el partido de ayer pese a que aún es temprano en el campeonato. Tras dos derrotas consecutivas, el Sevilla se presentaba como un examen de graduación, un pulso adecuado para saber por dónde puede pasear este equipo. De momento por los puestos de la Champions League (suena mejor en inglés) ya que es cuarto.

Y todo se lo debe a ese espíritu invencible que le envuelve en casa como una aureola que enciende sus motores y ciega a los enemigos sean pequeños, medianos o grandes. El Real Zaragoza era popular por sus goleadas, por sus remontadas suicidas, pero consumía gran parte de su crédito por una marcada debilidad defensiva. También cerró ese capítulo con la portería a cero, sin dejar que el Sevilla rematara una sola vez a puerta, y con tiempo suficiente para que la hinchada hiciera la ola, olvidando episodios amargos como el del Nástic. Cinco encuentros en el antiguo estadio y cinco triunfos. Desde la temporada 64-65, en plena efervescencia de los Magníficos, no ocurría nada similar. A ver quién es el valiente que propone la demolición de este caja de los sueños.

Es más, alguien debería proponer ponerle una plataforma móvil al campo, al estilo de una caravana, para desplazarlo a Madrid y a Valencia, los dos próximos compromisos del Zaragoza en la Liga. La estrategia del caracol para acabar con ese estado de anorexia permanente con el que viaja y pierde. Flaco galgo somalí, robusto vikingo bajo la lumbre del hogar. No hay quien lo entienda, pero ocurre, y el fenómeno paranormal tiene en alerta al Vaticano, que estudia explotarlo.

CERCA DEL AREA Inteligente, veloz, profundo y eficaz. El Real Zaragoza se alargó sin establecer discurso alguno en el centro del campo. Llevó la conversación cerca del área para que Villa y Galletti discutieran con Pablo, Javi Navarro y Sergio Ramos, y permitió que el conjunto de Caparrós se sintiera importante, lo suficiente como para dejar sus espaldas al descubierto. La trampa favoreció al delantero asturiano y al extremo argentino, que se colaron entre la línea enemiga como ratones por un queso de bola.

La robusta defensa del Sevilla se hizo añicos, mucho más en cuanto intervino Savio por ese carril que conduce directamente a una mina de oro. Un pase del brasileño fue buscado por la cabeza de Galletti, y en un contragolpe, Villa sirvió para la carrera de Savio, quien fue derribado en el área por Sergio Ramos. Los goles del Hueso y del Guaje , de penalti, descompusieron antes de la primera media hora al equipo de Caparrós, que pasó de bloque homogéneo a anarquía absoluta. El técnico del Sevilla fue introduciendo a Navas, a Carlitos, a Antoñito... Todos borrados del mapa del partido por Alvaro y Milito como antes lo habían sido Baptista y Darío Silva.

El Sevilla se comportó como un señor. Venía con fama de guerrero y ni una patada dio para regusto de Pino Zamorano, el árbitro, que salió por la puerta grande tras una tarde tan magnífica como la de Villa, otro triunfador, autor también del tercer tanto. El ariete confirmó que le tiene tomada la medida al Sevilla (cinco dianas el año pasado y dos ayer), y se elevó a la cima del Pichichi a rebufo del azulgrana Etoo.

Maduro, sereno y sin prisas, el Real Zaragoza protegió con éxito a Luis García para adornar la victoria con su portería inmaculada por primera vez en casa, en La Romareda, en el campo de los sueños.