El punto no es bueno. No. Al menos, sabe a poco. No puede ser de otro modo cuando el partido se pone de cara con un jugador contrario expulsado a falta de un cuarto de hora y el descuento para la conclusión. Ya entonces, el Zaragoza había merecido más, pero, con todo a favor, el equipo aragonés no gestionó adecuadamente esos últimos minutos e, incluso, pudo perder. El empate, pues, sirve pero no demasiado. Ni los de abajo se alejan ni los de arriba se acercan. Una oportunidad perdida. Sin duda.

Debió ganar el Zaragoza porque fue mejor que su oponente, al que, por cierto, el árbitro le anuló dos goles de forma justa por fuera de juego. Un arbitraje valiente el del debutante Iglesias Villanueva, que derrochó arrojo. Justo lo que pudo faltarle a un Zaragoza al que, preso de sus propios miedos e inseguridades, le faltó dar el último paso para ir a por la victoria a pecho descubierto. Pudo más la prudencia, la cautela y la precaución. Sobre todo, porque el Zaragoza aún no se fía de sí mismo. Y eso que el equipo de Víctor nada tiene que ver con aquel de hace un mes y medio, pero la autoestima y la confianza requieren más tiempo. No tanto debería precisar la atención destinada a evitar errores groseros. Pero el Zaragoza sigue empeñado en hacerlo todo mucho más difícil. También con Víctor los hay. Y gravísimos. Uno de ellos, otra vez de Verdasca, volvió a abocar al cuadro aragonés a afrontar otro partido a remolque.

La defensa zaragocista fue la línea más castigada por las numerosas bajas. Sin los dos laterales titulares, Delmás y Nieto estaban abocados a padecer de lo lindo. Y lo hicieron. Fidel en la derecha del ataque canario y Castellano en la izquierda no tardaron en golpear en los costados a un Zaragoza que encaró el partido perezoso y despistado. Una falta lateral precedida de un descuido en un saque de banda acabó con el balón en la cabeza de Cala, que batió a Cristian, aunque el central estaba ligeramente adelantado a la retaguardia aragonesa. Como Rafa Mir en La Romareda, aunque, esta vez, el asistente lo vio y el tanto quedó anulado.

Pero el alivio duró un suspiro. Lo que tardó Verdasca en cometer un error de alevines. El central se posicionó mal, protegió fatal y se defendió peor ante Fidel, que aprovechó el regalo para conectar con Galarreta y que el centrocampista sirviera a Rubén, que no perdonó.

El tanto acabó de noquear a un Zaragoza que no sabía por dónde le daba el aire y que estuvo a punto de besar la lona cuando Rafa Mir disparó tras cesión de Dani Castellano, pero, esta vez, el cuerpo de Verdasca sí estaba en el sitio correcto. Aunque el sufrimiento no daba tregua. De nuevo una falta lateral, esta vez, desde la parte derecha del ataque canario, amenazaba a un Zaragoza extremadamente frágil en las alturas. El cabezazo de Mantovani, sin embargo, no conectó por poco con Cala. El Zaragoza tenía otra oportunidad.

Galarreta dispondría de otra ocasión para dejar al Zaragoza medio muerto. También Fidel, que, en una contra tras saque de esquina del equipo aragonés, encaró a Cristian, al que quiso sorprender a demasiada distancia. Misión harto difícil. El meta adivinó la intención y mantuvo las constantes vitales de un Zaragoza que a estas alturas ya se había desperezado. Siempre desde la banda izquierda, Zapater y James dispusieron de dos buenas oportunidades para nivelar la contienda, pero sus disparos no encontraron portería.

Sí la halló Álvaro, sin duda, el delantero con más gol de este equipo. El catalán aprovechó un servicio involuntario de Galarreta para marcar ante el enfado de la afición canaria, que exigía a Iglesias que anulara el tanto, pero el árbitro, a apenas un metro, vio claro que el balón procedía de Galarreta. Gol válido.

El Zaragoza se retiraba al descanso con sudores fríos y sabedor de que vivía de milagro. Y se propuso cambiar. Lo que no cambió fue su endeblez a balón parado. En el primer minuto de la reanudación, Rubén Castro marcó de cabeza, pero el tanto también fue anulado por fuera de juego. A esas alturas, el estadio grancanario clamaba contra el árbitro. Y más áun cuando expulsó, con dos amarillas seguidas, a Peñalba por protestar.

El partido se ponía de cara para un Zaragoza que ya había disfrutado de una buena ocasión a través de una volea de Eguaras que se escapó por poco. Álvaro, solo, no cabeceó bien otro gran servicio de Nieto, y el Zaragoza, ya con un desacertado Gual y Linares en el campo, desperdiciaba contras y llegadas con entregas defectuosas y gestiones nefastas. Araujo, incluso, metió miedo a un Zaragoza que nunca puso cara de malo. Algo se quedó ayer en la isla. El canario escapó. Vivo.